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A raíz de los lamentables y antropogénicos incendios de la Amazonía brasileña, he leído con satisfacción el interés de muchas personas, sin importar sus ideologías, por la protección de la selva. Esto es obligatorio por el bien de la humanidad. Otros afirman que es el bien del país, por los animales, por la naturaleza, etc. Lo importante es que todos queremos cuidarla.

Un meteorólogo uruguayo comentó que eso mismo pasa en su país, que obviamente es más pequeño pero que también sufre la sobrepoblación de sus pampas. “Che, todos quieren hacer parrilla, pero nadie quiere poner la carne”, afirma. Todos tienen buena intención, pero ¿cómo puedes proteger y prevenir algo que no puedes ver?, me dijo.

La Amazonía es inmensa y la nuestra tiene una parte que se va adhiriendo a la sierra, convirtiéndose en una selva única en el mundo. Es el 60% de nuestro territorio lo que hace muy difícil vigilarla 24/7.

La vigilancia aeroespacial es la carne que se necesita para la parrilla, porque con la tecnología actual abarcaríamos toda la Amazonía peruana y, por qué no, todo el país. El intercambio de esta información con los demás países amazónicos permitiría solucionar grandes problemas del continente, como la presencia innecesaria de otras personas que quieran comerse la parrilla.

La Amazonía es para el mundo, como el cebiche, la marinera, Machu Picchu o las líneas de Nasca. Es nuestra y podemos vigilarla desde el cielo de Quiñones 24/7 para luego protegerla no solo de los incendios, sino de las nuevas amenazas como la tala ilegal, la minería ilegal, el narcotráfico y todo lo que gira alrededor de estos males. Se trata de usar tecnología aeroespacial sin dañar nuestra selva.

Carne hay, pero todos los que están preocupados pongan su corte y a mi amigo uruguayo le demostraremos que nuestra pachamanca es mejor.

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