El reciente anuncio de adelantar el inicio de operaciones del nuevo Aeropuerto Internacional Jorge Chávez para diciembre ha generado reacciones importantes en la industria aeroportuaria y turística. Mientras el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), Lima Airport Partners(LAP) y el OSITRAN anuncian” estar listos”, los principales actores del sector aeronáutico, como la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA) y la Asociación de Empresas de Transporte Aéreo Internacional (AETAI), han solicitado una postergación, argumentando que es preferible iniciar en enero para garantizar un comienzo ordenado y seguro.
La frase de Napoleón Bonaparte, “Vísteme despacio que estoy con prisa”, cobra relevancia en este contexto. El apresuramiento en poner en marcha una infraestructura de tal magnitud, sin asegurar la plena adecuación y coordinación de todas las partes, puede tener consecuencias negativas.
El adelanto puede parecer una señal de progreso, pero este progreso será ficticio si no se escucha a los principales usuarios de dicha infraestructura y sus servicios: las aerolíneas y los pasajeros. Las aerolíneas, conocen las complejidades que conlleva un cambio operativo de tal magnitud, por lo que bien haría el MTC y LAP en escucharlas e integrarlas en la puesta en operación. Asimismo, más allá de la instalación de los puentes modulares, poner en operación el aeropuerto sin las vías de acceso al aeropuerto generará problemas de congestión y seguridad vial. El decreto de urgencia tramitado hace meses por el MTC no debió centrarse solamente en lo que pasaba al interior del aeropuerto, sino que bien se le pudo encargar a LAP la ejecución de las obras externas de acceso al aeropuerto, claro está, con la transparencia y legalidad debida.