Qué dupla tan explosiva e impredecible han conformado Daniel Salaverry y Martín Vizcarra. Ambos han transitado por un sendero plagado de deslealtades y volteretas. Ambos se dieron una mano -o eso parece- en el momento más difícil de la presidencia de Pedro Pablo Kuczynski: Salaverry como protagonista del tinglado para hacer caer al régimen de PPK con grabaciones subrepticias, y Vizcarra como el vicepresidente que se frotó las manos para asumir el poder alentado por el fujimorismo (al que finalmente también dejó tirando cintura).

Salaverry viene de un largo y cimbreante camino político en Trujillo. Fue la joven esperanza aprista para recuperar la alcaldía de la cuna del partido de Haya de la Torre. Luego renunció al Apra y se tiró a la aventura del movimiento político propio, que duró solo meses.

Y finalmente recaló en Fuerza Popular, con el que perdió bochornosamente la elección municipal y luego logró ingresar al Congreso gracias al arrastre de Keiko Fujimori en el norte. Como todos sabemos, su permanencia en el fujimorismo no duró todo el periodo parlamentario interrumpido por el cierre del Congreso. Se fue también tirando dedo, sindicando a sus otrora correligionarios. Ahora será candidato presidencial por Somos Perú.

La historia de Vizcarra, en tanto, ha sido contada en las últimas semanas de un modo más completo. Todas las evidencias indican que, si es que no lo hizo activamente, por lo menos pasivamente formó parte de la conspiración para sacar a PPK de la presidencia.

Aunque, es cierto, terminó por darle la espalda al fujimorismo, que esperaban su “lealtad” en el poder. Vizcarra, al parecer, ha recibido también los golpes de sus otrora amigos y aliados, a juzgar por las imputaciones de su periodo como gobernador de Moquegua.

Se trata de dos personajes políticos de dudosa confiabilidad. Ahora, cuando los veo juntos, imagino que llevan un puñal escondido atrás.