“Estoy decepcionado de la prensa porque solo es injuria e infamia”, respondió el congresista Raúl Doroteo (AP) cuando un periodista le preguntaba sobre los reembolsos de combustible que había solicitado en fechas que no tenían nada que ver con sus actividades parlamentarias. “Falsean ustedes la verdad”, añadió.

Decir que la prensa no dice la verdad y difama es una afirmación temeraria, pero definitivamente falsa cuando se la confronta con los hechos. Sin embargo, ir más allá de la molestia y la rabia hasta crear leyes que atentan contra la libertad de expresión simplemente es vulnerar un principio democrático que dicen defender.

Todo indica que en los siguientes días el Congreso aprobará una ley que aumenta las penas por el delito de difamación, que a todas luces es una represalia contra los periodistas que han descubierto y denunciados actos de corrupción y despilfarro de los dineros públicos en ese poder del Estado.

Desde su fantasioso pedestal, la mayoría de legisladores quieren controlar y amordazar a la prensa. Sus decisiones saturadas de intolerancia y desprecio por las libertades, parecen ser el motivo de su accionar antidemocrático. Como los dictadores, que algunos aparentemente detestan, han optado por un proyecto de ley como un intento desesperado y vano de poner a buen recaudo su “reputación”.

Y resulta contradictorio que justo los que se venden como paladines de las libertades, ignoren la primera de estas y garante de todas las demás.




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