Con la duda de si es pertinente en muchas regiones y jurisdicciones la decisión de adelantar el fin del año escolar con la pérdida de horas de clases (que mayormente no se recuperan) están concluyendo las clases. Para los alumnos es una etapa de evaluaciones finales, actividades promocionales, recepción de sus notas y, para a los chicos y chicas que concluyen su vida escolar, de despedidas llenas de emociones encontradas e incertidumbres por su futuro que los lleva a tener un pie en sus planteles y el otro en las universidades, a las cuales un sector postulan muchas veces sin tener claridad en su elección vocacional.

Por otro lado, los docentes terminan sus programas, aplican y corrigen pruebas, terminan de acopiar calificativos en sus registros y comienzan a elaborar los informes. Igualmente, los directores y subdirectores preparan las clausuras, las actas, así como los tediosos y largos informes a las UGEL (que casi nunca leen).

Pero, en este contexto lo que los directores y docentes de los centros escolares se preguntan: ¿por qué, a diferencia de otros años que se hacía en noviembre, el Ministerio de Educación no emite la Directiva que regirá las actividades educativas de la educación básica para preparar el año que debe comenzar en marzo de 2016? ¿Se seguirán usando las rutas del aprendizaje? ¿Se aprobará, implementará y aplicará un nuevo currículo faltando 2 meses para el comienzo de las clases y 6 para que termine este gobierno? ¿Los directores dispondrán del dinero a más tardar en enero para el mantenimiento de sus locales? ¿Se profundizará la reforma magisterial con aumentos de sueldos diferenciados por méritos? ¿Habrá cambio y continuidad con el gobierno que salga elegido?