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Desde su estreno el 17 de abril del 2011, tras ocho temporadas y 73 capítulos, hoy llega a su fin Juego de Tronos, exitosa serie producida por HBO basada en la serie de novelas Canción de hielo y fuego -escritas por George R.R. Martin- y realizada para la televisión por David Benioff y D.B. Weiss. Ocho años después de su lanzamiento, y convertida en un auténtico fenómeno de la televisión que ha logrado millones de seguidores en el mundo entero, esta noche finalmente se sabrá quién se sentará en el codiciado Trono de Hierro, que le permitirá gobernar los Siete Reinos que conforman el territorio de Poniente. ¿Será Daenerys Targaryen quien desde un inicio reclamó ese derecho y convertida en una mujer despiadada sabe que por la fuerza y su único dragón podrá lograrlo? ¿Será Jon Snow, quien sabe que por sus reales orígenes también le corresponde el trono y que todos exigen debe salir de su letargo? ¿O quizás Tyrion Lannister, que ha demostrado inteligencia y sagacidad para enfrentar a una familia cruel? ¿Podrá Arya Stark cambiar el rumbo de la historia y demostrar que una mujer valiente puede optar por ese derecho? ¿O Sansa Stark, con su aparente frialdad y lejanía, está esperando su oportunidad para sentarse en el lugar que todos sueñan? Ellos son los personajes que quedan, tras muertes, asesinatos, traiciones, celadas, batallas y los Caminantes Blancos liderados por el Rey de la Noche, que no dejó de ser una amenaza sino hasta hace muy poco en la trama. Las cartas están echadas, las circunstancias y escenarios también, seguidores pendientes de un desenlace que solo hace reafirmar la esencia de la historia: la lucha por el poder. Y quizá por eso el éxito de Juego de Tronos, ambientada en una época cercana al medioevo y en un territorio ficticio. Alguna vez un conocido psicólogo comentó que la razón por la que nos identificamos con historias o sucesos protagonizados por personajes mediáticos es que nos vemos reflejados en ellos y buscamos conocer cómo resuelven los conflictos que también nosotros padecemos. En épocas en las que el poder del dinero, de la política, de la corrupción y de la violencia indiscriminada están a la orden del día, una serie que nos ha puesto en bandeja todos nuestros vicios, falencias y también virtudes, aunque disfrazados de ficción, es lo suficientemente atractiva para mantenernos pendientes de su desenlace. Ojalá que el trono sea para alguien justo, noble y honrado, que no sea como en la vida real.