Tras muchas idas y vueltas, ayer fue inaugurado el nuevo aeropuerto Jorge Chávez. Su moderna infraestructura permitirá atender a más de 30 millones de pasajeros al año y convertirá a Lima en un hub regional al tiempo que dinamizará el turismo, el comercio y la logística. Es una gran noticia, pero no todo es celebración.

El Estado no cumplió con su parte pues las obras de acceso, que no están a cargo de la concesionaria, siguen retrasadas. El puente Santa Rosa, que será el ingreso principal, recién estaría listo en 2027. Otras vías, como Morales Duárez, fueron parchadas de emergencia días antes de la inauguración y se trató de esconder con gigantografías.Esto afecta directamente la experiencia del pasajero y pone en riesgo la operatividad del nuevo terminal. Hay caos vehicular, rutas inseguras y falta de transporte público eficiente. Así, el aeropuerto pierde competitividad desde el primer día.Además, preocupa el cobro de una doble TUUA a quienes conectan vuelos nacionales con internacionales. Es un costo injusto que no se aplica en otros países que golpea al pasajero y al turismo.El gobierno debe actuar. Las obras de acceso son urgentes. No se puede inaugurar un aeropuerto de primer nivel y dejarlo aislado. La infraestructura no termina en la pista: empieza en la calle y si bien celebramos la inversión, también exigimos responsabilidad.