En campaña, el presidente Pedro Castillo arremetía contra la clase política tradicional y, con gritos desaforados, hasta la calificaba de corrupta. Es evidente que lo hacía para sentirse diferente y más limpio. Su discurso monocorde, previsible y repetitivo consistía en demonizar a sus rivales políticos y siempre los relacionaba con la corrupción.

Hoy está en el poder y ha estallado el enésimo escándalo en Palacio de Gobierno, esta vez al encontrarse 20 mil dólares en el baño del despacho de Bruno Pacheco, personaje clave del entorno del Jefe de Estado. El funcionario intentó dar una explicación y dijo que el dinero era producto de sus ahorros y su sueldo, un argumento bastante fantasioso. Ya los peruanos no creemos en cuentos. Desde que Jonás, hace miles de años, le dijo a su esposa que se lo había tragado una ballena y por eso llegaba a su casa con tres días de retraso, la gente cree menos en relatos tan o poco creativos. Si hasta líderes de Perú Libre manifiestan que el hallazgo de los billetes resulta sospechoso.

Llegó la hora que las investigaciones de la Fiscalía aclaren los alcances de la responsabilidad de Pacheco en este caso y si Pedro Castillo está involucrado. El exsecretario general de la presidencia debe afrontar las pesquisas con valentía y diciendo toda la verdad, caiga quien caiga. Esperemos que lo más relevante de este proceso sean los resultados y no el ruido. Ya se sabe que la impunidad solo estimula al delito.

Así como el mandatario exige honestidad y transparencia en los demás, debe comenzar por hacerlo en casa. De lo contrario sus palabras, que usa con sofocante frecuencia, contra la corrupción, serán definitivamente falsas, y todos caeremos en la cuenta que eso de “no más pobres en un país rico” y tantos gritos reivindicativos eran parte de  una trampa para capturar el Gobierno y servirse de él.