Ambulantes toman la avenida Abancay
Ambulantes toman la avenida Abancay

Un paseo por la avenida Abancay es una verdadera aventura. "Casera, pruébese estas uñas, sin compromiso", "Sírvase leche de tigre, amigo", "Ollas a 5 soles" son las frases que se oyen a cada paso cuando uno transita por esa céntrica vía, ante la vista y paciencia de serenos, inspectores de la Municipalidad de Lima e incluso policías.

Ni las sedes de la Biblioteca Nacional o el Ministerio Público se salvan. En la casa de la cultura creada por Ricardo Palma se vende melcocha y gelatina.

Mientras que en las sedes del Ministerio Público y el edificio Alzamora Valdez, del Poder Judicial, se expenden tajadas de piña a S/.1.

EL GRAN MERCADO. La verdad es que de la cuadra 3 a la 7 de esa céntrica avenida, usted puede encontrar en cualquiera de sus veredas gran variedad de frutas en tajadas, como piña, tuna y sandía; además de cebiche al paso, huevos de codorniz, pilas, snacks, uñas postizas, entre otros, lo que genera gran congestión peatonal.

Este paisaje, que no hace sino demostrar la ausencia de autoridad por parte de la gestión de la alcaldesa Susana Villarán, motiva que muchos transeúntes caminen por la pista, con el riesgo de que algún vehículo de transporte público, que se detiene a recoger pasajeros, los embista.

Testigos de este variopinto mercado informal son los policías de tránsito apostados en cada esquina para ordenar el tráfico.

Igual ocurre con los inspectores de tránsito de la comuna metropolitana, que solo atinan a mover sus brazos pidiendo que avancen los vehículos, así no estén cerca todavía.

También los escasos agentes de serenazgo que se observó ayer no se dan por enterados de este desorden.

OTRO PELIGRO. La zona de Mesa Redonda no es ajena a este desorden. Aunque se ha cerrado el tránsito vehicular en sus calles, existen algunos vendedores informales de adornos navideños.

Correo realizó un recorrido por la cuadra 6 del jirón Cusco y halló gran cantidad de ambulantes que expenden gelatina, helados, aretes, bolsos, entre otros.

Para llamar la atención y ofertar los productos que venden, los vendedores informales acostumbran gritar, lo que genera malestar entre los transeúntes, que además deben soportar la bulla de los parlantes de las galerías que buscan atraer a sus clientes con las ofertas que les tienen preparadas.