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En 1973, Artemio Peraltilla editó el libro “Mariano Melgar, sus amores con Silvia”, en el que se incluyó lo que se considera el ‘primer retrato del poeta arequipeño, publicado en la revista Ilustrada de Nueva York, volumen XI de enero 1892.

La presentacion del libro de Peraltilla estaba dirigida a los jóvenes . “Mariano Melgar fue un joven sincero, íntegro, no fue cobarde, pugnaba por una acción superior y fue a la guerra porque se sentía como un patriota, asì como son ustedes”, apuntó el autor .

CRÓNICA: Pero el libro recoge también un documento de singular valor en estos tiempos, pues se trata de la crónica del homenaje póstumo rendido por Arequipa al poeta y soldado mártir, Mariano Melgar, el 17 de setiembre de 1833, publicada por “El Republicano”, el 21 de septiembre de 1833 “Habiéndose determinado por el Sr. General Prefecto, don Juan José Salas, cerrar el antiguo cementerio de Miraflores y poner corriente el panteón nuevo, por providencia de Gobierno y Policía, trató de dar toda la importancia posible a la ceremonia de su inauguración, sepultando los despojos del ilustre patriota don Mariano Melgar, fusilado por los españoles en la desgraciada campaña de Umachiri en 1815”, comienza el texto y sigue con la narración de los acontecimientos .

“El General prefecto, dispuso que se introdujese la urna solemnemente en la ciudad, que se colocase en un túmulo magnífico en la Catedral y se hiciese las excequias más solemnes al día siguiente, con la asistencia de las corporaciones; llevándola en público en la misma tarde al panteón, con los honores de Auditor General. Todo se practicó con esmero y cuidado, y más allá de lo que podía esperarse.

Los parientes del difunto, su hermano don Silvestre Melgar, su sobrino don Fernando Salas y sus hermanos políticos, don Romulado Corrales y don Antonio Moscoso, condujeron la urna con el Párroco de Paucarpata hasta el término de su jurisdicción donde la recibieron el cura de Santa Marta y el Sagrario, con sus cruces y clerecía. Se colocó la urna en el magnífico carro mortuorio, que se estrenó este día, cubierto con un paño bordado de realce y gran flecadura de oro. Se le acompañó por el señor General Nieto y toda la oficialidad, Municipalidad, Colegio de la Independencia y muchos vecinos. En la Catedral le recibió el señor Chantre, doctor don Manuel Rivero, con algunos canónigos más y colocada en su lugar, se preparó todo para las excequias .

…Concluida la bendición (al día siguiente), se condujo la urna a la capilla para hacer su entrega y la recibieron el señor Obispo de pontifical y el capellán, se entonó el responso y se mandó sepultar. Se le volvió al salón en las manos de los parientes y de don Bernardo Pacheco y don Pablo Vera, sus compañeros de armas. Dos sobrinas del difunto, Agustina de 12 años y Cármen de 7, iban por delantente vestidas de negro y desgreñadas, resaltando su hermosura con la impresión del dolor que comunicaban, ya arrancando lágrimas solo con su presencia…”, sigue la crónica.

El documento histórico recoge también el discurso del General Nieto, compañero de armas de Melgar.

“Que salgan de esta urna - paladín de la libertad- rayos contra los perversos y bendiciones para los buenos. Que tus manos ¡Oh Melgar! presidan los destinos de este pueblo en cuyo corazón se repercuten los ecos de tus virtudes, talentos y desgracias” pronunció Nieto.

RECOPILACIONES. El libro de Artemio Praltilla es también una recopilación del homenaje que efectuó el Club Literario en 1891, en coordinación con el Concejo Provincial , la Universidad San Agustín, el Cuerpo Médico, Unión Católica y otras organizaciones civiles.

Hubo un certámen literario, una procesión cívica, la colocación de una placa conmemorativa con la fecha del nacimiento del vate y se inauguró un monumento, a cargo del Presidente de la Junta del Centenario, que se levantó en la Plaza de Armas, frente a la torre del reloj, el mismo que fue entregado al Concejo Provincial. Fue el prefecto, Salvador Cavero, quien inauguró el monumento indicando “que el pueblo de Arequipa consagró al joven mártir de la libertad y al tierno bardo de los yaravíes”

El monumento de Melgar fue después trasladado de la Plaza de Armas al Parque Duhamel.

Luego de unos años, en 1919, el presidente Augusto B. leguía le obsequió a la ciudad una estatua en bronce que se colocó en el parque que lleva su nombre para que fuera “un orgullo para la juventud”.

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