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A poco de iniciar el año escolar, muchos niños se preguntan si volverán a encontrarse con el mismo profesor del año anterior. Algunos lo hacen con anhelo y esperanza, otros con un poco de desconfianza y cautela. Estos sentimientos pueden ser un factor más importante del creemos, en el desarrollo del menor. Los expertos de Ediciones COREFO nos dan mayores alcances acerca de las potencialidades involucradas en las buenas relaciones alumno-profesor.

Daniel Goleman (2006), pionero de la inteligencia emocional, menciona que lo que torna al menor como un ser sociable y lo hace establecer vínculos con otras personas, es la misma estructura neuronal. La secreción hormonal que se produce a partir de experiencias emocionales positivas en su relación con otras personas contribuye en los procesos cerebrales encargados del aprendizaje.

Así, un profesor que genera el clima apropiado para el trabajo en el aula (tanto en la relación profesor-alumno como alumno–alumno) fomentará un ambiente de crecimiento y autoconfianza a explotar. Si tiene motivado a su alumno con frases de apoyo, refuerzos positivos y recompensas, basando sus interrelaciones en sensibilidad, disponibilidad y coherencia, generará sentimientos de seguridad que le permitirá al niño desenvolverse con total confianza en otros ámbitos, construyendo una imagen positiva de sí mismo, reforzándola; generando expectativas de logro adecuadas y facilitando a que el menor se sienta aceptado.

Por ello, habilidades de paciencia, prudencia y empatía son indispensables en esta labor, pues la imagen que el docente represente frente a sus alumnos será una segunda influencia para ellos ante cualquier circunstancia. Los alumnos absorben lo dicho y hecho por su profesor y tienden a imitarlo. Su influencia va desde el modo de relacionarse hasta las actitudes, valores, interpretaciones emocionales de situaciones, etc. Las palabras y conductas que éste use para con el educando, influirán tanto en lo académico como en lo social.

¿Qué se debe de tomar en cuenta?

Como docentes:

- Escuchar siempre las necesidades de los alumnos, no sólo oírlas.

- Cumplir con los acuerdos pactados y normas de convivencia.

- Respetar el ritmo de adaptación y aprendizaje de cada alumno.

Como padres:

- El niño, como persona aun dependiente, necesita seguimiento constante.

- Reforzamiento y supervisión de conductas.

- Comunicación fluida con el docente a cargo del niño.

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