Crónica: La segunda víctima de “Los malditos del costal”
Crónica: La segunda víctima de “Los malditos del costal”

La segunda víctima de “Los malditos del costal” se llamaba Vily Mamani Paco. A sus 22 años estaba formando su propia familia cuando fue asesinado. Vily era de Juli, pero decidió emprender, a fuerza de mototaxista, su progreso en otros lares.

de juli. Llegó a Juliaca (Puno), en el 2014 junto a su joven pareja, María Milagros Candia Huanacune, su plan era trabajar, ahorrar, invertir y superarse a él mismo. Llaman a Juliaca la ciudad de los emprendedores, pues bien, Vily quería saber si eso era cierto.

En ese entonces, el homicidio del mototaxista José Luis Calla Calloapaza aún estaba fresco en las noticias, habían transcurrido apenas quince días, fue exactamente ese tiempo para que los asesinos decidan actuar otra vez.

El reloj daba las 13:00 horas aquel sábado 8 de noviembre, Willy Pacha Huanca alzó la vista y reconoció a su compañero Juan Jesús Córdova Quispe, había que ejecutar el plan que ambos conversaron durante la mañana. Willy Pacha observó cuidadosamente al elegido, en sus brillosos ojos se reflejaba el sol altiplánico, una rara emoción invadió su humanidad.

Para Vily Mamani Paco era demasiado tarde, cayó en la misma treta que los criminales habían diseñado para todas las víctimas. Juan Jesús se bajó de la mototaxi estacionada en la puerta del cuartucho con techo de calamina, allá en el grifo San Román, y pronunció:

Tengo un carguita pesada en este cuarto, ayúdame.

Vily ingresó a la habitación cual mosquito que cae en la telaraña de alguna hambrienta arácnida. Los hambrientos eran en esta ocasión Willy y Juan Jesús, pero su hambruna no solo era de dinero, su sadismo les exigía escenas de violencia desmedida.

la señal. En el cuarto del vigilante Willy Pacha, el mototaxista se agachó para cargar las “cajitas pesadas” que el cliente le ordenó, ese descuido era la señal de su muerte, Juan Jesús lo atacó por la espalda, lo cogió por el cuello y ya no quiso soltarlo más.

Mientras tanto, en un abrir y cerrar de ojos Willy abrió la puerta, la cerró y se abalanzó sobre el joven taxista, lo cogió de los pies y lo tumbó al suelo.

Ante la policía, los psicópatas declararon la semana pasada que Vily luchó por su vida, fueron los cinco minutos más largos para la joven víctima, se esforzó, quiso gritar un sonoro socorro que lo rescatara de la muerte. Un puntapié con el zapatos con punta de acero de Juan Jesús ahogó todas sus fuerzas.

De pronto, ese cuartucho se convirtió en el escenario de un salvajismo inhumano, Vily había sido finalmente doblegado, sus manos y pies fueron atados con las soguillas que Willy había alistado para él, le cubrieron la cabeza con un polo, seguramente para evadir la mirada de súplica del victimado.

El extasis recorría el cuerpo Willy y Juan Jesús, este llenó de patadas al muchacho en todo el cuerpo, la golpiza fue sin compasión, como si se vengaran por algún lejano trauma que no los dejaba vivir tranquilos.

Ya vencido, el mototaxista recibió dos certeros golpes en la cabeza con un palo de pico que los asesinos guardaban entre esas paredes, la sangre salpicó en el piso, Vily agonizaba.

Al ver que aún pataleaba, Willy cogió una soguilla, se la puso en el cuello y jaló. Su cómplice Juan Jesús presionó con el pie la cabeza del muchacho durante tres minutos y solo lo quitó cuando estuvo seguro que ya no respiraba. Jadeante, Juan Jesús quitó el polo de la cabeza del cadáver y lo reemplazó con una bolsa de plástico. (Continuará).