Crónica:Luis Eduardo Apaza, séptima víctima de Los Malditos del Costal
Crónica:Luis Eduardo Apaza, séptima víctima de Los Malditos del Costal

Es lunes en la ciudad de Juliaca, las calles están abarrotadas, compradores van, vendedores vienen, el ajetreo automatiza a la gente.

En la esquina formada por los jirones Cahuide con Ramón Castilla se puede apreciar la silueta de dos varones, el contraluz provocado por el sol mañanero, apenas refleja las características de sus rostros, uno de ellos estira la mano, quiere el servicio de una mototaxi, extender la mano hacia adelante es el código universal para pedir transporte.

Ante el llamado, Luis Eduardo Apaza Apaza (22) detiene su unidad móvil modelo “Torito”, los sujetos le piden una carrera al grifo San Román -debía recorrer unos seis kilómetros más o menos en un viaje de ida y vuelta, acepta sin saber que es abordado por los socios de la muerte.

EL PLAN. Un día antes, en el cuartucho de guardianía del grifo San Román, platicaban Willy Pacha Huanca y Juan Jesús Córdova Quispe:

Vamos a traer a un mototaxista, ¿qué dices? Propuso Juan Jesús.

Ya no quiero involucrarme más chocherita. Respondió Willy.

Ya pe, esta más y paramos, solo uno más.

No, nos pueden atrapar...

Willy se opuso a seguir matando, su conciencia se había encargado de atormentarlo durante las noches, de cuando en cuando, mientras intentaba dormir, su memoria le enrostraba su crueldad. Las súplicas de las víctimas, el llanto de la impotencia, los golpes descargados en cada cuerpo, la sangre brotando de las bocas de los mototaxistas, los costales, las soguillas, los periódicos mostrando fotografías de sus asesinatos, el miedo de ser atrapado...Willy no podía estar en paz.

Fue Juan Jesús el que insistió hasta convencer a su cómplice, por eso a la mañana siguiente, el lunes 2 de febrero, se dirigieron a la esquina Cahuide con Ramón Castilla.

Mientras viajaban en la parte trasera de la mototaxi de Luis Eduardo, los asesinos ratificaron para sus adentros: “Este más y no volvemos a hacerlo”.

LA MUERTE. Al llegar al servicentro, Juan Jesús redundó la historieta, como en los anteriores casos, pidió ayuda a Luis Eduardo para recoger unos paquetes dentro del cuarto, fue él mismo quien guió al mototaxista, el maldito del costal ingresó delante del muchacho, mientras Willy disimulaba apartarse hacia la oficina de atención al cliente.

Al interior de la casita, Luis Eduardo fue atacado por Juan Jesús, sabía que debía cogotearlo para desvanecerlo, lo atacó con fuerza esperando no tener respuesta, pero se equivocó.

A diferencia de los otros, Luis Eduardo era más fornido, esa fuerza le permitió dar pelea, al sentirse en peligro lanzó de un empujón a Juan Jesús, este fue levantado al aire causándo desesperación en los asesinos porque todo se salía de control.

Tuvo que intervenir Willy Pacha para frenar la defensa.“La pelea habrá durado unos ocho minutos”, confesaron los homicidas luego de su captura. Ciertamente, Luis Eduardo fue el que más resistencia puso ante los “Malditos del costal”.

Willy se había abalanzado contra Luis Eduardo hasta tenerlo contra la pared, sus gruesos brazos lo abrazaban por la cintura, luego lo cogió del cuello e hizo que el propio peso del joven sirviera para tumbarlo. Juan Jesús ayudó jalándolo de los pies hasta hacerlo caer, le metió varios puntapiés para amarrarle de sus extremidades inferiores.

¡Pon tus manos en la espalda carajo!, gritó eufórico Juan Jesús.

Soy pobre, no me hagan nada, llévense la moto, suplicó la víctima.

No hubo respuesta a los ruegos, o diríamos más bien que la respuesta fue una ráfaga de patadas sobre el estómago del caído, Luis Eduardo no tuvo más remedio que obedecer, puso sus manos en la espalda y allí fue maniatado.

Al verlo indefenso, Juan Jesús cogió la soguilla de siempre y lo puso en el cuello del mototaxista, Willy hizo su trabajo inmediatamente y jaló con todas sus fuerzas hasta que sintió la muerte en sus pies.