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A las 5 de la mañana, el cuartel 9 de Diciembre se levanta. Todos los reclutas, cabos y sargentos tienen que hacer la limpeza del lugar. El frío todavía los contrae, pero la disciplina es una de las cosas que deben respetar. Después, se van para el desayuno que ellos prefieren llamar rancho: avena con 4 panes que los mantendrán durante el día. No hay golpes, ni gritos, ni abuso. “Eso tal vez era antes, ahora es diferente. Prima el respeto”, me cuenta una sargento que está a punto de ser dada de baja (egresar).

SERVICIO. He llegado al cuartel 9 de Diciembre, ubicado en el distrito de Chilca. después de 2 años de internamiento, alrededor de 35 cabos y sargentos en cada una de las 5 compañías, terminan su labor y entre ellos 4 son los más destacados. Miriam Tapia es una joven seria, que durante su servicio estudió informática gracias a una beca en el instituto San Pedro; de la misma forma lo hicieron Ana Cristina Reyes (21), Greetel Mandujano (20) y Ever Eslaba en las carreras de Derecho y Administración, respectivamente. “Permanecíamos desde las 5 de la mañana hasta las 12 en el cuartel, y después nos íbamos a estudiar”, me cuenta Greetel. Ellos pertenecen a la Compañía Comando.

¿Se sufre? ¿qué es lo peor que han pasado en el Ejército?, les pregunto, imaginando respuestas escalofriantes y crueles. Pero me equivoco. Todo lo que hacen es dentro del respeto a las normas, señalan. ¿Nada parecido a Pantaleón y las Visitadoras, comer “chifas” o ser tratados como perros?, repregunto. No, dicen. Sin embargo, hay cierto temor en su rostro serio. Como pidiendo que no pregunte porque no van a responder. Cada uno quiso ser militar desde pequeño y ahora está a dos semanas de salir como cabos y sargentos. ¿No piensan en ser ministros del interior o jefe de la Fuerzas Armadas? ninguno responde.

Fiesta. Mientras ellos hacen un ejercicio llamado “Tis”, en el que se finge la posición del disparo de una metralleta, me entero que alguien de las sargento está cumpliendo años: Lizeth Marmanillo. Imagino que la pasará mal: haciendo ejercicos, trotando y trapeando pisos. pero minutos después, sale la banda del Ejército, sus amigas traen tortas, regalos, globos y adornos.

La frialdad de las paredes del cuartel contrastan con la alegría que se vive. bailan, sonríen. En el Ejército también se goza, pienso.

Disciplina. Antes de terminar todo, Greetel me cuenta que allí se identifican por “camadas”. La de ella es julio-13 y son 127 femeninas y 120 varones. Las femeninas siempren permanecieron allí, mientras que los varones cumplieron la primera parte de su servicio en Jauja. ¿qué es lo que les enseñó el Ejército, qué es lo mejor que han vivido? la disciplina, el respeto, dicen firmes y sin pensarlo mucho. Y eso se nota en todo lo que hacen, porque para ellos no hay duda cuando el superior indica algo. En el muro de uno de sus ambientes está pegado un papel con sus normas. Copio una de ellas: “objetivo sicológico 3: identificación e integración de los medios de comunicación con el ejército”. Tal vez ese objetivo debería estar pegado en el muro del colegio de periodistas o de algún medio.

Fin. Mientras salgo del lugar pienso que muchos jóvenes no quieren ser militares porque se imaginan golpe, exceso y abuso. Pero lo que vi adentro es diferente. Claro eso puede ser solo en apariencia.

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