FOTO: LINO CHIPANA OBREGÓN
FOTO: LINO CHIPANA OBREGÓN

Cuando una persona que ha vencido al coronavirus deja el hospital aplaudimos y nos alegramos. Festejamos todos la buena noticia, más aún al saber que pasó por una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), donde estuvo en un coma inducido, conectado a un ventilador mecánico, con alta sedación y, en ocasiones, sometido a una traqueotomía.

¿Pero qué sabemos de ellas cuando vuelven a casa?, ¿regresan a su vida normal?, ¿están listos para volver a trabajar?, ¿son conscientes de lo sucedido? Correo detalla, en el siguiente informe, las secuelas que deja esta enfermedad en los pacientes infectados por el letal COVID-19 que sobreviven a una UCI.

Si bien la enfermedad lleva siete meses en el planeta y cuatro en el país, todo lo relacionado a este virus es una “caja de pandora”. Dos especialistas nos cuentan lo que está sucediendo con los pacientes peruanos.

PROBLEMA PULMONAR. Los efectos dependerán, refiere el infectólogo y profesor de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, Ciro Maguiña, de cuánto tiempo estuvo el paciente en una UCI, su edad, las comorbilidades y complicaciones que hizo. Quien haya tenido estadía breve, presentará secuelas leves; quien haya tenido larga estancia, moderadas y severas.

El principal problema es el pulmonar. Los pacientes, sobre todo los que tiene enfermedades de fondo, son proclives a que cualquier infección respiratoria los descompense. “Eso pasa con la gente con fibrosis pulmonar. Tienen que estar bien protegidos, vacunados contra la influenza y el neumococo. El resfrío los descompensa y se mueren por falta de aire”, explica el vicedecano del Colegio Médico del Perú (CMP).

Si el pulmón, órgano donde el COVID-19 causa la neumonía, colapsó en la UCI, el paciente que sobrevive va a necesitar fisioterapia respiratoria, porque quedan con cansancio, debilidad y sin poder caminar, agrega.

Si el paciente, manifiesta Maguiña, hizo derrame cerebral le tomará semanas, en el mejor de los casos, rehabilitarse; y si presentó problemas en el corazón, queda con problemas de insuficiencia cardíaca. Si hubiera una complicación en el riñon, podría causar un daño renal y llevar al paciente a dializarse.

Destaca también las consecuencias psicológicas en los pacientes, ya que ellos “han visto morir personas y quedan con traumas neurosiquiátricos”, así como daños en la piel, como las escaras.

DEPRESIÓN Y DELIRIO. Jesús Valverde, presidente de la Sociedad Peruana de Medicina Intensiva (Sopemi), sostiene que el paciente podría recuperarse del síndrome pos UCI entre seis meses o 1 año después del alta.

Debido a que ha estado con fármacos al más alto nivel de manera prolongada, las secuelas son neuromusculares, neurofuncionales, respiratorias, cardíacas y debilidad en el estado mental.

“Salen con trastornos neuromusculares, atrofiados, sin contención nerviosa, flácidos, desnutridos y problemas cognitivos”, sostiene. Incluso, hay personas que presentan lesiones a nivel de cuerdas vocales, dificultándoles el habla y la emisión de sonidos.

Pero el efecto donde más incide Valverde es el de las lesiones emocionales, ya que “como han estado dormidos, aislados de la familia, sometidos a cambios de luz, sonidos de ventiladores, sufren de depresión, ansiedad y delirio.

“Los pacientes COVID-19 consumen el doble o triple de sedantes y analgésicos, por lo que presentan un delirio fuerte y extraño, lo que hace que se prolongue el estado de agitación y delirio”, explica Valverde.

La contención familiar, la rehabilitación física y neuromuscular, así como el soporte de profesionales en salud mental son los grandes aliados para lograr la recuperación de estos valientes que vencieron al COVID-19.