Como si el mundo se fuera a acabar mañana mismo, miles de limeños colmaron las playas del sur con campamentos, comidas, alcohol y juegos pirotécnicos, aprovechando el feriado largo por Año Nuevo. Especialmente los jóvenes, varones y mujeres, pasaron estos días distrutando del mar, el sol y la arena, bailando y bebiendo licor hasta quedarse dormidos. Algunos, incluso, consumieron drogas, como marihuana, cocaína y sustancias elaboradas como el éxtasis sin que nadie lo pudiera impedir.

Ayer, el primer día de 2014, las carpas multicolores y la gente durmiendo en la arena, junto a decenas de botellas y latas de cervezas vacías en la arena, era el paisaje que se repetía en todos los balnearios del sur como Punta Negra, Punta Hermosa, Punta Rocas, El Silencio, León Dormido y otros.

En León Dormido se observó grupos de jóvenes con claros estragos de haberse amanecido bebiendo y bailando tras los festejos del nuevo año. Algunas chicas no podían ni pararse, pues sus parejas tenían que cargarlas. Otros, que aún resistían la trasnochada, seguían bebiendo frente al mar.

"Hemos venido a recibir el Año Nuevo a lo grande, con nuestras parejas y amigos, porque en el mar la vida es más sabrosa", dijo un joven en León Dormido. Contó que la fiesta de bienvenida al nuevo año fue interminable, con buena música, trago, mujeres y fuegos artificiales, "como debe ser". Las chicas no se quedaron atrás y también acamparon en grupos y se juntaron con otros chicos para divertirse. "Hasta novio hemos conseguido", dijo una joven.

Luego muchas familias que llevaron a sus hijos menores a los campamentos también seguían celebrando sin importar el cuidado de los niños, pues varios pequeños se extraviaban y lloraban buscando a sus padres. Felizmente, hasta ayer no había sucedido nada grave.

Negocio redondo. Los comerciantes de cervezas y comidas hicieron su agosto. Recorrían las playas con sus productos. "Esto no es todos los días, hay que aprovechar", dijo un vendedor de cervezas.

Otros vendieron ropas de baño, sombrillas, protectores solares, gorros y gafas, y hasta carpas a quienes no llevaron la suya.

Basura a montones. Luego, en horas de la tarde, cuando el sol empezaba a descender, las playas fueron quedando desiertas, pues los campamentos eran levantados porque se iniciaba el retorno a Lima. Detrás quedaba la arena sucia con restos de todo lo ocurrido. En el colmo de la viveza, algunos optaban por enterrar sus desperdicios en la arena.

El regreso a Lima fue una odisea debido a la gran cantidad de autos y camionetas. No fue suficiente el cambio de sentido de la Panamericana Sur, porque más de 200 mil vehículos debieron retornar a la capital en las últimas horas.

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