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El perfil de un cerro rodeado por densas nubes fue lo último que vieron el coronel de la  Renato Solari y el alférez Walter Carrillo antes de convertirse en protagonistas del accidente aéreo ocurrido alrededor de las 4 de la tarde del 13 de agosto.

Segundos después, quedaron atrapados en un profundo sueño que solo pudo ser interrumpido por voces. Voces desconocidas que les daban aliento. Voces que pertenecían a los vecinos del AA.HH. 10 de Octubre, en Villa María del Triunfo.

Los hombres y mujeres del lugar los ayudaron a vencer a la muerte, luego de que perdieran contacto con la Base Aérea Las Palmas mientras volaban y se estrellaran contra el cerro La Candelaria.

EMERGENCIA. Solari guarda en su memoria los recuerdos que antecedieron el trágico episodio. Ese día, aunque el cielo estaba nublado, las condiciones climáticas eran las permitidas para realizar la instrucción de la fase de instrumento, que forma parte del plan de estudios de la FAP.

A las 3 de la tarde, junto al alumno Carrillo, despegaron en la avioneta ST-41 para practicar, a lo largo de las playas del sur, maniobras simples. Tras una hora de práctica, el alférez, quien iba al mando de la nave, inició el descenso, rompió el colchón de nubes para tener contacto con tierra, pero no salieron en el lugar correcto.

“Estábamos rodeados de cerros y no por la refinería Conchán. La situación era crítica. Como corresponde en esos casos, tomé la posición de piloto y traté de buscar una ruta de salida manteniendo la calma”, cuenta Solari.

Carrillo añade que “la confianza en su instructor era plena”, por lo que en ningún instante sintió miedo.

SIN SALIDA. Para escapar de ese peligroso lugar, ascendieron a casi 2 mil pies, pero no lograron su objetivo. Un cerro de más de 2200 pies estaba frente a ellos cuando iban a 200 km/h. La colisión era inevitable y no había escapatoria. Por instinto, el coronel jaló la palanca de freno para que el impacto no sea frontal.

Un estridente sonido retumbó en toda la zona denominada 10 Octubre. Doña Marcela Tineo, cuya humilde vivienda se ubica a escasos metros del lugar de la tragedia, había visto la avioneta a pocos metros de los techos de las casas. Por eso, tras el ruido sabía cuál había sido su destino.

Al principio, los vecinos tuvieron miedo de actuar pues no tenían conocimientos en primeros auxilios y había riesgo de explosión. Sin embargo, no tardaron en decidir rescatar a ambos hombres y llevarlos a un sitio seguro. Hacerlo les tomó más de dos horas, pero valió la pena, pues ambos recibieron atención médica a tiempo.

PASIÓN POR VOLAR. Tras el accidente, el alférez Carrillo quedó con dos vértebras de la columna fracturadas, un esguince y cortes en el rostro. En tanto, el coronel Solari sufrió la fractura de un hueso del talón y de una de sus costillas.

Para Solari, pertenecer a la FAP es su pasión, por lo que una caída no detendrá su carrera. “La posibilidad de que te pase algo cuando vuelas siempre está latente, pero en el aire existe una diferencia, estamos más cerca de Dios”, comenta sonriente.

Acción social

Hace pocos días, los aviadores retornaron al lugar donde volvieron a nacer para llevar a niños, jóvenes y adultos una fiesta navideña en agradecimiento al acto humanitario que realizaron. 

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