Ubicado en el temido Cinturón de Fuego del Pacífico, Perú registra un promedio de cinco a seis sismos diarios, es decir, más de 1,800 movimientos telúricos al año, según el Instituto Geofísico del Perú (IGP). Sin embargo, no todas las zonas del país enfrentan el riesgo sísmico de la misma forma. Lima y las regiones presentan diferencias estructurales, sociales y geológicas que determinan la intensidad percibida, el nivel de exposición y la capacidad de respuesta.
El ABC de Pacífico Seguros destaca cuatro diferencias esenciales que explican por qué el mismo temblor puede sentirse o impactar de manera muy distinta en la capital que en provincias:
- Tipo de suelo y geología local: Lima está asentada en suelos blandos y aluviales que amplifican las ondas sísmicas, lo que aumenta la percepción del movimiento. En cambio, muchas zonas del interior del país, sobre todo en la sierra y la selva, poseen suelos rocosos o compactos, que tienden a reducir el impacto sísmico. Sin embargo, en estas regiones el mayor peligro radica en laderas inestables que pueden generar deslizamientos posteriores a un sismo.
- Materiales y calidad de construcción: Según ADI Perú, el 80 % de las viviendas en el país son autoconstruidas. En Lima, muchas edificaciones son de concreto armado con diseño sismorresistente. En provincias, sobre todo en zonas rurales, todavía se utilizan materiales vulnerables como el adobe, tapia o ladrillo artesanal, lo que aumenta el riesgo de colapso si no cuentan con refuerzos técnicos adecuados.
- Informalidad y supervisión del desarrollo urbano: COFOPRI ha formalizado más de 2.8 millones de propiedades hasta 2024. Aun así, la autoconstrucción sin supervisión técnica persiste, especialmente fuera de la capital. Lima, aunque más regulada, también enfrenta desafíos por la expansión urbana no planificada. En regiones, muchas construcciones comunitarias se levantan sin respaldo profesional ni acceso a materiales adecuados.
- Densidad poblacional y acceso a servicios de emergencia: Lima concentra más de 10 millones de personas, casi un tercio de la población nacional, lo que complica la evacuación, el tránsito y la atención médica durante una emergencia. En cambio, las provincias presentan una dispersión poblacional que puede reducir la cantidad de víctimas, pero complica el acceso rápido de ayuda humanitaria, sobre todo en zonas alejadas o de difícil acceso.
La prevención, una responsabilidad compartida
Expertos recomiendan reforzar las viviendas vulnerables, formalizar la construcción y fomentar la planificación urbana con base técnica. Además, contratar un seguro domiciliario que cubra sismos, maremotos o inundaciones puede marcar la diferencia entre una pérdida total y una recuperación rápida tras un desastre.