En el Perú, más de 703 mil niñas, niños y adolescentes entre 5 y 17 años realizan actividades laborales, muchas veces en condiciones de riesgo y vulnerabilidad. Esta cifra, revelada por la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO 2023), equivale a uno de cada once menores y refleja una realidad alarmante, especialmente en zonas rurales.
Para Rosa Luz Durán, investigadora del Observatorio Económico, Financiero y Social de la Universidad de Lima, el principal factor que alimenta el trabajo infantil en el país es la alta informalidad laboral. Actualmente, más del 85 % de los jóvenes peruanos menores de 25 años trabaja en el sector informal, lo que impacta directamente en sus posibilidades de desarrollo personal y profesional.
“El trabajo infantil obliga a los menores a usar tiempo y energía que deberían dedicar a su educación. Esto limita su capital humano y perpetúa el ciclo de pobreza”, señala Durán.
La problemática se agrava en las áreas rurales, donde la tasa de trabajo infantil es 5,6 veces más alta que en las zonas urbanas (32,5 % frente a 5,8 %). Allí, más del 50 % de los menores realiza labores agrícolas, muchas veces sin remuneración, como parte del sustento familiar.
Más allá del crecimiento económico
Según Durán, el crecimiento económico no basta para erradicar el trabajo infantil si no se acompaña de medidas redistributivas y enfoques inclusivos. “Se necesita garantizar educación de calidad, empleo formal para adultos y protección social efectiva”, enfatiza.
Programas como Juntos en Perú y Oportunidades en México han demostrado que las transferencias monetarias condicionadas pueden reducir significativamente el trabajo infantil, al permitir que las familias mantengan a sus hijos en la escuela.
También se ha debatido el rol del salario mínimo. Un sueldo digno para los padres podría reducir la necesidad de que los menores trabajen. Sin embargo, en un contexto de alta informalidad, muchos trabajadores —sobre todo en zonas rurales— perciben menos del salario mínimo legal, lo que limita el impacto real de esta política.
Un reto compartido
La erradicación del trabajo infantil no es solo una cuestión normativa, sino un compromiso ético y estratégico. Para lograr avances sostenibles, se requiere una acción conjunta entre el Estado, el sector privado, la sociedad civil y la cooperación internacional.
“No podemos hablar de desarrollo sostenible mientras millones de niños continúan trabajando. Combatir el trabajo infantil es garantizar una infancia libre, segura y con oportunidades reales de futuro”, concluye Rosa Luz Durán.