(Foto: GEC)
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Así lo encaró el embajador Carlos Barros cuando lo vio con un arma. Un extraño disparo dentro de la embajada de Uruguay, con el que el expresidente resultó herido, da pie a versiones de un intento de autoeliminarse. Testimonios refuerzan hipótesis de que García vivía obsesionado con la idea del suicidio. Conocía mucho sobre la forma más eficaz de quitarse la vida. Así lo demostró en un almuerzo en Miraflores.

Un mes antes del sonado suicidio, Alan García supo que “Joselo” García Belaunde celebraba su cumpleaños 72 en un elegante restaurante de la zona de Santa Cruz, en Miraflores. Era el 16 de marzo de 2019.

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Decidió caer de sorpresa, seguro de que sería muy grato para su excanciller y viejo amigo. Y así fue.

Llegaba algo tarde. El almuerzo en La Romántica ya estaba comenzado, de modo que, después de los abrazos, el expresidente halló asiento en un extremo de la mesa que acogía a una treintena de invitados.

Se veía contento. En varios momentos su perorata dominó la mesa generando carcajadas. En alguna etapa de la reunión inició una extraña conversación con tres de los comensales más próximos: la manera más eficaz de suicidarse, ese era el tema. Se enfrascó en una exposición minuciosa sobre el particular.

La forma más certera, disertaba García, era apuntar el arma no en el corazón, no en el mentón u otro lugar del cuerpo sino en la cabeza, sino en la sien, refiere el excongresista Víctor Andrés García Belaunde, “Vitocho”, hermano de “Joselo”.

“Vitocho” no estuvo en el almuerzo, pero supo del episodio a través de uno de los tres comensales mencionados.

“Exhibió una suerte de erudición sobre cómo suicidarse. Tenía que ser en la sien. Y puso el dedo en la sien derecha”, recuerda el exlegislador.

A juzgar por los testimonios recogidos para esta nota, a esa altura de su vida ya el expresidente tenía incrustada en la mente la idea del suicidio.

El episodio del restaurante bien podría ser la crónica de un suicidio anunciado, pues ocurrió, exactamente, como él lo describió entonces.

INTUICIÓN DE ROCA

“Yo intuía un desenlace fatal así”, confiesa el político aprista Carlos Roca Cáceres, exconstituyente y cercanísimo amigo de García. El 2 de agosto de 2018 hubo una reunión de cuadros apristas en Villa Mercedes, en Vitarte. El exmandatario y Carlos Roca tuvieron una larga conversación íntima, los dos solos.

“Yo intuía una desenlace fatal”, repite. “Conociéndolo, era como mi hermano, sabía que él jamás iba a aceptar una humillación”, dijo.

¿Intuyó usted que García se suicidaría? "Bueno...sí, sí, sí. No tengo muchos elementos, pero lo conocía bastante bien”, respondió.

HERIDO EN LA EMBAJADA

El disparo de García dentro de la embajada de Uruguay, en el que resultó herido de bala en la mano izquierda, no hace sino reforzar la hipótesis.

El hecho ocurrió a las 7:00 a.m. del peor día para Alan García: 3 de diciembre de 2018. A las 6:00 a.m., el embajador de Uruguay, Carlos Barros, le informó que el presidente Tabaré Vásquez rechazó la solicitud de asilo político. Debía abandonar la residencia.

Desolado y furioso, el líder aprista telefoneó a su secretario Ricardo Pinedo. Este vive a unos cinco minutos de la residencia de Barros. “Él me llamó a las 6.30 a.m.”, rememora. “Compañero, me han negado el asilo, quiero salir de aquí”, le dice García.

Pinedo arribó a la residencia en su coche e ingresó en el dormitorio de García. Lo encontró sangrando de la mano izquierda. Fue al baño, cogió una toalla y le hizo un torniquete que refrenó el sangrado.

Explicó a Pinedo lo que había ocurrido.

“Cuando preparaba sus cosas en la maleta, por una mala maniobra con su revólver, se disparó en la mano izquierda. Fue un accidente”, relata.

¿Acaso trató de matarse ante la mala noticia? “Lo hubiera hecho si quería. Me explicó que se había sentado en el borde de la cama. Tenía gatillado el revólver, o sea el percutor jalado hacia atrás. Bastaba una leve acción sobre el arma y se disparaba. Al momento de cogerla para guardarla, se disparó”, cuenta Pinedo. La bala le perforó un costado de la palma de la mano izquierda. “Alan no era un experto en armas”, remarca Pinedo.

García portaba el revólver cuando llegó a la embajada de Uruguay la noche del 17 de noviembre de 2018. El embajador Carlos Barros lo recibió en la puerta. El expresidente descargó su maleta del coche. Cuando se agachó para levantarla dejó al descubierto un revólver en el cinto. Barros le reclamó:

“Presidente, veo que tiene un arma, ¿por qué?”. “Es para protegerme”, respondió García. “Usted está en mi casa, está bajo mi cuidado. No lo va a necesitar. Entréguela, por favor, a su secretario”.

Pinedo se la llevó a su casa. Días después, debido a un rumor sobre un presunto plan de asalto comunista a la residencia, García le exigió a Pinedo le devuelva el arma. El embajador no se enteró. De modo que el día de la negativa, el expresidente estaba en posesión del arma.

García creía que la residencia no era segura. “No me voy a quedar indefenso aquí. Tráigame el revólver”, dijo a su hombre de confianza.

VERSIONES

Sin embargo, Víctor Andrés García Belaunde recogió una versión distinta. “Me han dicho que fue un forcejeo al salir. No sé con quién forcejeó. Parece que fue a la salida. No cuando preparaba la maleta en el dormitorio de la embajada. Ya se iba a su casa. Eso es lo que me han referido”, narró.

Un connotado político aprista, muy cercano a García, confió a este diario la siguiente versión. Tras ser informado de la negación del asilo, García encaró al embajador Barros: “Si usted me asegura que saliendo de aquí no me van a detener, no hay problema. Pero si me van a detener, aquí mismo yo me pego un tiro”. Ya tenía la idea de dispararse, dice la fuente.

ALAN CLANDESTINO

El embajador Barros acordó con García en que solo haría pública la decisión de su Gobierno cuando el expresidente se hubiera puesto a buen resguardo.

García se acomodó en el asiento posterior del coche de su secretario. Decidió no ir a su casa de Miraflores. Estaba convencido, sin fundamento, de que la Policía iniciaría una operación para capturarlo. García seguía sangrando. Pinedo condujo hasta su casa en San Isidro. Contactaron con los abogados. Le explicaron al presidente que no había orden de detención ni era delito solicitar asilo.

Pero García no confiaba en los fiscales ni en el gobierno. El teléfono de Pinedo timbró. Era el exdirector de la Policía Nacional, Miguel Hidalgo. Llamaba por encargo del ministro Carlos Morán. Hidalgo le pide a Pinedo que llame a Morán. El expresidente desconfiaba. Finalmente cede. “¿Dónde estás?, quiso saber el ministro del Interior. “Dando vueltas por Lima”, fue la respuesta del secretario. Finalmente, Morán explicó que quería enviar un piquete policial a la casa de García para protegerlo, no para arrestarlo. Al fin, García, más calmado, retornó a su casa y llamó a un médico. Horas después, apareció en una rueda de prensa con un vendaje en la mano izquierda.

MITIN VIRTUAL

El Apra lanzará hoy un manifiesto para conmemorar el año de fallecimiento de su líder. “Alan García seguirá siendo símbolo del Apra. Estoy dispuesto a debatir con todo el mundo para demostrar que fue el mejor presidente que tuvo el Perú en toda su historia”, declaró Mauricio Mulder, presidente del Comité Político del Apra. La madre del expresidente, Nytha Pérez, los hijos de García y Pilar Nores estarán conectados vía Zoom para participar en una misa virtual emitida desde la iglesia de Barranco, el barrio donde creció el expresidente.