Javier Pérez de Cuéllar fue el quinto secretario general del organismo entre enero de 1982 y diciembre de 1991.(Foto: AFP)
Javier Pérez de Cuéllar fue el quinto secretario general del organismo entre enero de 1982 y diciembre de 1991.(Foto: AFP)

Mucho se ha hablado de la muerte durante la historia de la humanidad. Qué sucede después de ella continúa siendo un misterio que difícilmente termine por resolverse. Por eso, el hecho de centrar la atención en lo tangible, en lo real, obliga a diferenciar los tipos de consecuencias ante la partida de un ser público. Hay quienes dejan la Tierra entre la polémica por una vida con más sombras que luces y están quienes logran la admiración perpetua, los que escriben su nombre en la lista de la gratitud y rozan el peregrinaje.

Este último es el caso de Javier Felipe Pérez de Cuéllar de la Guerra, quien falleció durante la noche del pasado 4 de marzo. Fue el último 19 de enero cuando cumplió un siglo de vida, lo que podría reflejar un mensaje místico del destino advirtiendo que el final terrenal de una leyenda estaba cerca.

Su nombre está estrechamente asociado con el papel que ejerció como secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) durante una década (1982-1992), máximo cargo que un diplomático puede ostentar.

Sin embargo, la historia de Pérez de Cuéllar comenzó a gestarse en 1940, cuando acabó sus estudios en la carrera de Derecho en la Pontificia Universidad Católica del Perú. En ese año fue parte del Servicio Diplomático del Perú. En dicha institución logró su primera experiencia como diplomático cuatro años después, cuando fue designado como tercer secretario de la embajada en París, Francia.

Luego viajaría como parte de las misiones de nuestro país a Inglaterra, Brasil y Bolivia. Hasta que años después lograría ser designado como embajador del Perú en Suiza, Unión Soviética, Venezuela y concurrente en Polonia. No obstante, lo mejor estaba por llegar, aunque con un pequeño traspié.

En el año 1981, Fernando Belaúnde Terry, presidente del Perú por entonces, lo citó para proponerle ser embajador de nuestro país en Brasil. Para concretar la propuesta de Belaúnde, el Senado tenía que dar el visto bueno. No sucedió así y Pérez de Cuéllar presentó su pase al retiro en octubre de ese año. Los senadores, sin sospecharlo, habían sido el trampolín para que su carrera diplomática adquiera protagonismo mundial.

SU LLEGADA A LAS NACIONES UNIDAS

Solo tuvieron que pasar dos meses después de dicho episodio para que sea nombrado como secretario general de las Naciones Unidas, cargo que no dejaría hasta 1992, puesto que fue reelegido por su desempeño en 1986.

Su ascenso al cargo ocurrió el 1 de enero de 1982. Desde ese día, relacionar al Perú con su nombre era motivo de orgullo y admiración. La lista de gratitud de la que hablamos al principio comenzaba a inscribir el nombre de Pérez de Cuéllar: es el único latinoaméricano que obtuvo dicho logro.

El papel de mediador nato, negociador neutral y hombre con un gran poder de convencimiento se hizo notar cuando participó en las reuniones para mediar la guerra de las Malvinas entre Argentina y Reino Unido, la democratización de Camboya, el caso que involucró a tropas soviéticas en Afganistán, la intermediación entre la guerrilla y el gobierno de El Salvador, la liberación de rehenes en Líbano y el caso por el que fue amenazado de muerte por ser mediador en la Guerra del Golfo Pérsico.

Su trabajo en las Naciones Unidos le valió obtener el prestigioso Premio Príncipe de Asturias por Cooperación Internacional (1985) y ser nominado al Premio Nobel de la Paz (1991) un año antes de terminar sus gestiones como secretario general en la ONU.

Javier Pérez de Cuéllar (tercero desde la izquierda) durante una reunión en la sede de la ONU, en Nueva York, con una delegación de paz internacional para la guerra entre Irán e Iraq. La cita fue 16 de junio de 1988.
Javier Pérez de Cuéllar (tercero desde la izquierda) durante una reunión en la sede de la ONU, en Nueva York, con una delegación de paz internacional para la guerra entre Irán e Iraq. La cita fue 16 de junio de 1988.

LA PRESIDENCIA QUE NO FUE

Pérez de Cuéllar no fue ajeno a la política del Perú. Luego de la juramentación a la presidencia por parte de Alberto Fujimori en 1990, el diplomático sostuvo una conversación con el mandatario nacional en el que se comprometió a ser el intermediario para gestar reuniones entre el jefe de Estado y líderes de entidades financieras en el contexto de crisis económica que vivía nuestro país.

La disolución del Congreso anunciada por Fujimori en 1992 fracturó la relación entre Pérez de Cuéllar y el mandatario, evento que lo habría convencido de postular a la presidencia del Perú. Así sucedió en 1995 cuando postuló por el partido Unión por el Perú.

En medio de denuncias de fraude, Alberto Fujimori lograría la reelección en primera vuelta con más del 60% de los votos. Pérez de Cuellar obtuvo el segundo lugar de la contienda electoral, y decidió instalarse en París, pero no por mucho tiempo.

Foto: Archivo Somos
Foto: Archivo Somos

EL REGRESO AL PERÚ

Tras la caída del régimen de Alberto Fujimori en el 2000, quien se hizo cargo de la presidencia del Perú fue Valentín Paniagua. Este se contactó con Pérez de Cuéllar y le ofreció ser primer ministro y encargarse de la cartera de Relaciones Exteriores durante el gobierno de transición.

El exsecretario general de las Naciones Unidas aceptó la propuesta de Paniagua y retornó al Perú. Durante su estancia en el cargo se logró la captura de Vladimiro Montesinos, el descenso en los gastos militares y la reinstauración del país a la comunidad internacional.

Asimismo, denunció públicamente el despido de más de un centenar de diplomáticos durante el autogolpe de 1992 que se originó mediante una resolución suprema expedida por el gobierno de Fujimori, hecho que catalogó de “arbitrario y sin sustento”.

Posteriormente, fue designado como embajador de nuestro país en Francia y ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), cargo al que renunciaría. Sus seis décadas como diplomático llegarían a su fin.

POR EL PERÚ. Apuntaló la democracia con Valentín Paniagua. (Reuters)
POR EL PERÚ. Apuntaló la democracia con Valentín Paniagua. (Reuters)

SUS MEMORIAS EN LIBROS

Al finalizar sus labores diplomáticas, Pérez de Cuéllar decidió adentrarse al mundo de la literatura, aunque antes ya había pubicado “Peregrinaje por la paz: Memorias de un secretario general” y otros libros doctrinarios. Fue en 2012 cuando presentó «Memorias. Recuerdos personales y políticos».

Asimismo, con 94 años, en 2014, publicó su primera novela titulada “Los Andagoya”. Otros títulos de su autoría son “Una nueva política exterior peruana: democrática, moderna, independiente y al servicio de la gente” y “Manual de derecho diplomático”.

Foto: Editorial Aguilar
Foto: Editorial Aguilar

En una entrevista, el diplomático mostró su desacuerdo en que se catalogue como “héroe” a un hombre en vida, con relación a la admiración que percibía de la sociedad nacional e internacional. Con el mayor de los atrevimientos, que nos perdone el destino, el sinónimo de Pérez de Cuéllar no es ese adjetivo, sino el respeto y todo lo que envuelve esa palabra. Que en paz descanse, don Javier Pérez de Cuéllar.

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