VIDEO│Ricardo Pinedo: "Que yo sepa, Alan García no dejó testamento"

“Alan está vivo”, afirma sin asomo de ironía , el aprista más cercano a la vida diaria de , el secretario personal que ostentaba y ostentó la mayor confianza del expresidente las últimas dos décadas.

Pinedo no parpadea mientras mira fijamente a este reportero. Y añade: “Alan vive y vivirá por siempre en sus obras, en Chavimochic, en (...)”.

Así, de manera figurada, responde Pinedo a aquellas versiones atrabiliarias que ciertos usuarios de redes han hecho circular, según las cuales hubo una maquiavélica conspiración para sacar a Alan el extranjero, donde hoy vive bajo nombre ficticio para salvarlo de la prisión.

Sonríe con tristeza: “Son leyendas urbanas que por otro lado expresan la gratitud de la gente”, y repite que Alan vive en el recuerdo y alma del “pueblo aprista”.

Se puede afirmar de Pinedo muchas cosas, pero no poner en duda su sinceridad, devoción, lealtad, admiración, gratitud, etc., por el líder político que transformó su vida sencilla, en una barriada de San Juan de Miraflores, en una existencia ligada con los grandes acontecimientos del Perú de este siglo.

“Ni quisiera he tenido tiempo para llorar”, dice refiriendo que la muerte de su jefe y amigo lo ha lanzado estos 22 días a una intensa actividad de defensa de la noche a la mañana, que no cesa.

Nos recibe en la oficina donde Alan García dio su última entrevista en vida al periodista Carlos Villarreal. Es en segundo piso del Instituto de Gobierno y Gestión Pública, en Miraflores. Un sillón imponente destaca detrás de una gran mesa de trabajo. Pinedo rehusa sentarse en ella. Abriendo una puerta contigua se accede otro ambiente dominado por una mesa de caoba de unos seis metros de largo. Las paredes están saturadas de estantes con un millar de libros. “Son los libros de Alan. Los que están en este lado son de la época en que estudiaba en La Sorbona, a inicios de los años 70. Los de acá son más recientes. Ha dejado indicaciones para que sean donados al Colegio Mayor que él fundó. Son casi un millar de títulos”, señala.

Pinedo Caldas no es, y lo admite, la persona más objetiva e imparcial respecto de los cuestionamientos y cargos judiciales contra Alan García.

No obstante, es una fuente honesta y de primera mano en cuanto a la vida personal y algunos aspectos menos conocidos del expresidente.

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LA CARTA PÓSTUMA

La famosa carta con título “La razón de mi acto” le fue entregada a Pinedo antes del 18 de noviembre del 2018, fecha en que ingresó en la embajada de Uruguay.

¿Recuerdas la fecha en que te entregó la carta?

Hace cinco meses. Vendría a ser una semana antes de entrar a la embajada.

¿Qué fue lo que le dijo?

Estábamos en pleno despacho, aquí donde estamos, en la mañana. En un momento me dijo: “He traído una cosa, guárdeme esto”.

¿Era un sobre normal? 

Un sobre manila, lacrado, con cinta blanca, me acuerdo.

¿Cinta blanca?

Como esparadrapo brillante y estaba lacrado por todos lados y me dice: “Guárdeme esto”. Yo aprendí de 24 años como secretario de él. No hago repreguntas. Lo guardé en mi fólder y no dijo más. Ya en mi casa me dije: “Él nunca entrega un sobre así”.

¿Qué se percibía adentro? 

Habían dos sobres dentro. (...) Yo, como le digo, mis cosas personales las tuve que desparramar en casa de familiares para que no corran ningún riesgo. Le dije a un amigo del partido que me lo guarde.

¿No le indicó quién era el destinatario? 

Ya cuando salió de la embajada de Uruguay estábamos un día en la oficina y me dice: “¿Se acuerda del sobre que le di? Ya. El sobre es para mis hijos”. “Entonces, lo abro y lo distribuyo”, le respondo. “No, no. Le estoy diciendo simplemente que eso es para mis hijos”, finalizó. No me dio tiempo, no me dio fechas, no me dijo entrégalo ya. Simplemente me dijo que los destinatarios eran sus hijos.

¿No tenía idea del contenido?

No. Luego me olvidé del sobre. Me acordé en el velatorio, el mismo miércoles (17 de abril) en la noche. Al día siguiente recogí el sobre. Reuní a los hijos de Alan, los hice ingresar en un aula en la Casa del Pueblo. Les dije: “Su padre me dio algo para ustedes y cumplo con entregarlo”. Se los dejé y salí del salón. Esperé en el pasillo. Minutos después salió Alan Raúl. Me dijo: “Esto es lo que ha dejado el viejo, léelo”. Y ve que era el sustento del por qué había tomado esa decisión. Alan Raúl añadió: “Ha dejado este sobre para ti (el segundo sobre)”. En un rincón abro el sobre en que estaba a mi nombre. Lo leí, muy sentido.

¿Qué le decía? 

He decidido guardarlo. No deseo referir detalles. Siempre lo guardaré en mi mente y en mi corazón.

CENIZAS DE ALAN

Los restos cremados de García han sido distribuidos en siete urnas.

“Seis están en posesión de sus hijos Karla, Josefina, Gabriela, Luciana, Alan Raúl, Federico y Danton. Los hijos me obsequiaron a mí la sétima urna. La familia ha tenido un gesto que jamás olvidaré. Me han permitido conservar una urna con parte de sus cenizas. Eso para mí es un gesto muy hermoso de la familia,” precisa Pinedo con evidente orgullo.

“No me hicieron consultas. Simplemente me dijeron: ‘Ricardo, los hermanos hemos decidido entregarte. Me conmovió mucho. Lo tengo en mi casa y cada vez que paso cerca lo saludo y me despido”, añade.

Alan, quien era un hombre organizado, ¿dejó testamento para sus hijos? 

Que yo sepa, no. Lo están haciendo ellos. No dejó esa preparación. No sé qué lo llevó a hacer esa carta (del suicidio) con tanta anticipación.

¿No deslizó la posibilidad de tomar esa decisión tan drástica?

No. Nunca, ni por asomo.

¿Se desplazaba armado?

Él no manipulaba armas. Nunca he ido con él, en 24 años, a un polígono de tiro. Yo sí hacía tiros con otros amigos policías y practicábamos en el polígono.

¿Alan practicaba en el polígono?

No. Nunca. Ni por aquí (se toca la cabeza) se me ocurría que él podía usar un arma para quitarse la vida.

Hace poco, Mauricio Mulder dijo: “Nosotros nos llevamos a Alan a la embajada para salvarle la vida, porque sabíamos que era un hombre impulsivo”. Parecía inminente esa determinación.

Seamos sinceros. Alan tenía un temple bastante singular, un ímpetu más allá de lo normal (...) puede ser que Mauricio se refiera a eso. Yo lo que recuerdo es que siempre me repetía: “Yo nunca voy a aceptar estar preso”.

“METAMEMORIAS”

Alan García escribió en los últimos diez meses de vida su autobiografía. Podrían ser unas 300 páginas.

¿Por qué le puso “Metamemorias” como título? 

Porque si se pone memorias, me explicaba, usted está obligado a seguir con rigurosidad el tema cronológico. En cambio, acá él lo hace por temas. Empezaba por la universidad La Sorbona, de cómo conoció a un profesor francés y luego volvía a Camaná en sus épocas de colegio. Es una libertad que le permite deslizarse en el tiempo. Faltaban solo las fotos. He puesto en manos de la familia la última versión y las fotos. Les corresponde a ellos señalar quién va a continuar con el trabajo.

¿Quién está a cargo de eso?

Yo lo he entregado a la señora Cheesmann. Ella decidirá lo mejor con los hijos de Alan.

¿Cuándo se publica? 

No lo sé. Porque he querido respetar. Aún no se cumple un mes del deceso. Me imagino que no hay ningún apuro en hacerlo. Ya estaba concluido el texto, solo falta la selección de fotos y titularlas.

¿Cuánto demoró García en escribirlo?

Él agarraba un tema, y hasta que no lo despedazaba no terminaba. Solía escribir en Word, en un iPad en su casa. No era un buen mecanógrafo.

¿Escribía con dos dedos?

Con todos los dedos. Pero a veces había palabras totalmente inteligibles y parte de mi trabajo era descifrar “qué quiso decir aquí”, poner los acentos. Él escribía como se escribe en redes, si usted pone paréntesis sin tildes, ya no pierde tiempo poniendo tildes. Habrán sido más o menos 9 meses. Era rápido. Otras veces se grababa y acá le desgrabábamos (en esta oficina). Él me decía para no perder la idea.

¿En qué hora del día solía escribir?

Todo el día. No había una hora especial. Paraba para comer, para cenar, para recibir a alguien. Cuando escribía “pido la palabra”, maniáticamente seguía la estructura de los capítulos que había hecho, me solicitaba las fuentes, citas que quería poner; me decía: “Consígase el discurso de Haya de la Torres en la Plaza de Acho”, y no paraba hasta que lo terminaba.

¿Siempre escribía mañana, tarde y noche?

Iba avanzando. Me decía: “Ya voy en la mitad”. Ya estoy por terminar y me hace entrega del Word, la versión final, le digo: “¿Ya lo mandó formatear?”. “No, no, porque faltan las fotos”.

En una vida tan pública y conocida es difícil... ¿Vamos a encontrar en el libro alguna revelación inédita?

Sí. Creo que sí. Hay impresiones de los pasajes de su vida con evaluaciones actuales, su paso por la Complutense, lo que le significó vivir 9 años alejado del país por el autogolpe, la familia que descubrió allá. Solo una línea. Él me dice: “Yo nunca había llevado a mis hijos al colegio en el Perú y lo que me sirvió del golpe de Fujimori es para llevarlos, era para hacer supermercado y eso se lo agradezco a Fujimori infinitamente”. Son cosas que normalmente a un líder político no se le ve hacer. Y así como esta línea que le he contado, evaluaciones de Palacio, el poder, la banca, qué sintió, por qué retiró el proyecto (de estatización) y hay impresiones personales que en el momento del calor no se dicen, se guardan.

El tribunal de la historia es insobornable. Finalmente dirá qué hizo bien o mal, ¿cómo te gustaría que la historia recuerde a Alan?

Él me decía durante los viajes de campaña que hicimos por todo el Perú: “Si algo debo poner en mi lápida, me gustaría que pongan: ‘Algo hizo por el Perú’”. Yo creo que después de todo lo que ha pasado, el balance general, yo le quitaría el “algo” y pondría en su epitafio, si fuera el caso y no lo fue porque fue incinerado, que fue un deseo de él, yo pondría: “Hizo mucho por el Perú”.

CHEESMAN

Roxanne Cheesman, su pareja sentimental, fue la última persona con la que habló García para despedirse, confirma Pinedo.

¿Tiene detalle qué le dijo a Cheesman? 

No lo reveló.

Caretas sacó una nota señalando que habló con Cheesman y cita que le dijo: “Hazlo bien”...

No he leído nada. No deseo leer nada sobre los funerales, cortejos, semblanzas. No tengo esa versión.

A mí me queda claro que la señora Cheesman conocía de la decisión... 

No lo he conversado con ella. ¿Quiere que le confiese una cosa? Desde que se incineró a Alan García yo no me he dado ni un minuto para llorarlo ni para extrañarlo. He estado en la mañana en un programa de TV, a la salida me hicieron una entrevista para el dominical, ahora estoy con usted, en la noche el mitin en Alfonso Ugarte, en la tarde viene Panorama, no me he dado tiempo. Yo quisiera desconectarme como se desenchufa un cable y primero pensar qué voy a hacer. Primero extrañarlo y llorarlo, que creo que es lo que me corresponde porque era mi amigo, mi compañero. Usted sabe que en los ideales políticos, hermano es más allá que la amistad de patas, amigo que llamamos nosotros, porque somos hermanos en ideales. Yo estuve a su lado por ideales.

Cuando uno está por ideales, está por otras cosas. Tal es así que yo no he tenido problemas ni con la ley ni con nadie. Para mí el ideal es el máximo valor que uno puede tener. Traicionarlo sería traicionarse uno mismo. Entonces duele más eso. Duele más, y habiendo sido Alan una persona hiperactiva tener ahora mi teléfono en silencio, sin que suene, sin recibir sus WhatsApp, afecta.