Samuel Doria: "No dudo que el MRTA me hubiera asesinado"
Samuel Doria: "No dudo que el MRTA me hubiera asesinado"

Samuel Doria Medina ha sido ministro de Planeamiento y Coordinación, dos veces candidato presidencial y es hoy quizá el más importante empresario boliviano con negocios en diferentes rubros, aunque principalmente en la producción de cemento y las franquicias estadounidenses de comida rápida.

El 1 de noviembre del año 1995 fue secuestrado en La Paz por terroristas del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) al mando del mismísimo Néstor Cerpa Cartolini, quien buscaba dinero para tomar el Congreso peruano, ataque que como fracasó por una oportuna acción policial, derivó un año después en la toma de la residencia del embajador de Japón en Lima.

Correo conversó en Bolivia con Doria Medina, quien narra lo que tuvo que vivir durante su cruel encierro rodeado de terroristas armados de ametralladoras y pistolas. Hoy, 17 años después del hecho, no tiene la menor duda de que esos sujetos lo hubieran matado de no haber pagado el rescate de un millón 400 mil dólares que le exigieron, tal como sucedió con otros infortunados cautivos del MRTA en el Perú.

Correo: ¿En qué circunstancias sucedió su secuestro por parte del MRTA?

Samuel Doria: Luego de esta experiencia he sabido que el MRTA tenía previsto secuestrar a uno de los tres empresarios bolivianos a los que ya había observado, para financiar sus actividades terroristas en el Perú, donde el acoso policial era muy intenso para ellos. Dos de las posibles víctimas andaban con escoltas conformadas por gente armada y preparada, y como yo era el único que caminaba por las calles sólo con mi chofer, se inclinaron por mí. Yo consideraba a Bolivia como un país seguro donde nada me podría pasar.

C: Cuénteme cómo fue el plagio.

SD: Salí de mi oficina como a las 11 y 30 de la noche con mi chofer y camino a casa un vehículo nos cerró el paso, y a los pocos segundos otro auto nos chocó por atrás. Estábamos impedidos de ir hacia adelante o hacia atrás; y en contados segundos aparecieron como diez tipos vestidos de militares y armados con fusiles y pistolas. En medio de gritos nos sacaron a los dos del auto y a mi chofer lo metieron debajo del auto, mientras a mí me apuntaban en la cabeza y me ponían una capucha negra para luego introducirme en otro auto. En ese momento pensé que iba a morir. Tiempo atrás, en 1990, en otro secuestro en Bolivia cometido por un grupo guerrillero local, había muerto cruelmente el funcionario de la Coca Cola Jorge Lonsdale, así que pensé que lo mismo me pasaría.

C: ¿No hubo disparos?

SD: No, sólo gritos y golpes, incluso a mi chofer, un hombre de 1,80 de estatura al que redujeron a golpes sin mayor problema. Sin duda era gente muy agresiva y muy preparada. Ya luego en el auto, y con varias armas apuntando mi cabeza, me llevaron a un lugar que luego supe que era en la zona de El Alto, en La Paz. De ahí, agarrado de ambos brazos y sin yo ver nada, me llevaron a una pequeña habitación. No sabía quiénes eran. Ya luego se ha sabido por la declaración de los detenidos, que en el secuestro participó directamente y desde una moto, Néstor Cerpa Cartolini, quien luego delegó mi vigilancia y la negociación a otras personas, entre ellas Miguel Rincón Rincón, quien permanecía en Lima hasta que fue detenido un mes después.

C: En el Perú los empresarios peruanos secuestrados por el MRTA eran encerrados en las llamadas infamemente "cárceles del pueblo", unas mazmorras de cemento sin luz donde pasaban semanas y meses hasta que se pagaba el rescate. ¿En qué condiciones estuvo usted cautivo en La Paz?

SD: Esa misma noche fui encerrado en un ambiente de dos metros por uno y medio, sin luz y sólo con un foco que prendieron muy pocas veces. En ese lugar con las justas entraba una cama y una silla. La comida, que siempre era arroz recalentado con un huevo frito o un acompañamiento muy ligero, me la pasaban a través de una ventanilla muy pequeña por donde el plato entraba un poco inclinado, porque el espacio era muy reducido. Todos iban armados y eran muy profesionales, pues hasta la comida y los papeles que me daban para escribir cartas a mi familia como pruebas de vida, me los daban no sin antes ponerse guantes quirúrgicos para no dejar huellas digitales. Yo no sabía quiénes eran ni por qué estaba yo ahí. Por su forma de hablar supe que eran extranjeros, pero nada más. Mucho después supe que eran peruanos del MRTA.

C: ¿Sufría constantes amenazas durante su encierro?

SD: Si bien no hubo maltrato físico, el emocional fue muy fuerte, al extremo que sumado a la mala alimentación, salí de mi cautiverio con 20 kilos menos. Le cuento que tres veces recé lo que creí que sería mi última oración. Tenían todo el tiempo sus pistolas en el cinto y las cargaban y descargaban dejando que yo los vea o escuchara, quizá para amedrentarme. Una mañana tocaron el timbre de la casa y los secuestradores muy nerviosos entraron al lugar donde yo estaba y me metieron a empujones debajo de la cama. Luego volvieron a tocar el timbre y ahí sí se pusieron los pasamontañas y uno de ellos me puso una ametralladora en la cabeza. Fue una de las veces que oré mi última oración, y era el día de mi cumpleaños. Luego de eso me apagaron la luz por varios días seguidos, para mostrar su poder sobre mí.

C: ¿Cree que hubieran sido capaces de matarlo en caso de un intento de rescate?

SD: Sin ninguna duda. Además, luego he sabido que quien estaba a cargo de mi vigilancia era un sujeto peruano llamado Juan Carlos Caballero Velásquez, quien según supe luego, había participado en al menos diez secuestros en Perú y que en más de uno había matado sin piedad a los cautivos. Unos de ellos fue un señor peruano de origen japonés (se refiere al empresario vidriero Pedro Miyasato Miyasato, asesinado cruelmente en 1993). Era gente muy agresiva y no dudo que en cualquier intento de rescate o de no pagar el rescate, me hubieran matado. Luego de salir libre he sabido que en determinado momento de mi rapto, ante una ligera demora en las negociaciones, la cúpula del MRTA manejó como una de sus alternativas eliminarme para que más tarde otros empresarios bolivianos paguen más rápido el rescate que vayan a exigir.

C: ¿Su familia llegó a pagar el rescate que exigían los emerretistas?

SD: Sí, esta gente pedía inicialmente seis millones de dólares, pero al final se pagó un millón 400 mil dólares que sirvieron, según tengo entendido, para financiar la toma de la residencia del Japón, pues el intento inicial por tomar el Congreso fracaso por una intervención policial en Lima que se produjo cuando yo estaba secuestrado. En esa acción incluso fue arrestado Miguel Rincón Rincón, quien inicialmente, bajo el nombre de "ingeniero Manuel Renterías", era el negociador de mi libertad a cambio del dinero. (Se refiere al allanamiento el 30 de noviembre de 1995 de la casa de La Molina donde se planeaban tomar el Congreso con la participación de Lori Berenson y Nancy Gilvonio, mujer de Cerpa Cartolini).

C: ¿Qué sensación le deja saber que el dinero que usted pagó por su vida sirvió para tomar rehenes por 127 días en Lima?

SD: Es como cuando a uno le roban, y uno ya no sabe qué van a hacer con su dinero. Y le cuento una cosa. Yo fui liberado el 16 de diciembre de 1995 y un año después, el 16 de diciembre de 1996, mi familia, mis amigos, funcionarios y trabajadores de mi empresa me hicieron una misa por el año de mi liberación. Horas después de ese momento, cuando en la noche llego a casa, me entero por las noticias que en ese momento el MRTA acababa de tomar la casa del embajador de Japón en Lima. Fue exactamente al año siguiente de que acabó mi secuestro con el pago del rescate.

C: Ante la brutalidad con que siempre actuó en el Perú Sendero Luminoso, hay gente que considera al MRTA era, en cambio, como un "movimiento" "idealista" y "romántico", inspirado en el "che Guevara" y la revolución cubana. Se lo digo porque hace poco una ONG en Lima pidió que retiren a esta banda de la lista de organizaciones terroristas a nivel mundial ¿Cómo los define usted?

SD: Pues si alguien los ve así, como idealistas, creo que el cabecilla de la banda, Víctor Polay Campos, debe ser un experto en promocionar su imagen, un experto en relaciones públicas, pues queda claro que los emerretistas son delincuentes que fueron capaces de secuestrar a cambio de dinero, lo cual no tiene nada de idealista. Hay que tener en cuenta también que han sido capaces de matar por dinero, así que está clara la clase de personas que son. Son delincuentes y terroristas.

C: ¿Cómo le cambió la vida permanecer 45 días en manos de un grupo terrorista?

SD: (Silencio) Uno nunca vuelve a ser el mismo, hay cicatrices que no se borran. Lo que sí ha cambiado en mi vida es que desde ese entonces vivo rodeado de agentes de seguridad las 24 horas del día. Lo tomo con calma, pero es lo mejor. C

Doria Medina asegura que hay huellas que no se borran.

El "negocio" del secuestro

En el Perú, el MRTA secuestró, entre otros, a los empresarios Héctor Delgado Parker, Raúl Hiraoka, Héctor Jerí, Antonio Furukawa, Fernando Manrique, Pedro Miyasato y David Ballón Vera. Estos tres últimos fueron salvajemente asesinados por los terroristas. Era tanta la importancia del secuestro para la banda en su objetivo de obtener dinero para sus actos ilegales, que en determinado momento trajo una célula de raptores desde Chile al mando del subversivo chileno Jaime Sebastián Castillo Petruzzi, e integrada por tres más de su país que hasta ahora purgan condenas en Lima.

Samuel Doria Medina

Nació en La Paz el 4 de diciembre de 1958 y estudió en London School of Economics, donde se diplomó en Economía con especialidad en Desarrollo Económico y obtuvo una maestría en Finanzas Públicas. Es propietario de la Sociedad Boliviana de Cemento (Soboce) y de franquicias de conocidas marcas estadounidenses de comida rápida para Bolivia. Es considerado uno de los empresarios más poderosos y exitosos del país altiplánico y ha disputado dos veces la presidencia de su país con Evo Morales.

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