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En el jardín del colegio José de la Torre Ugarte de Pisco, los alumnos aprenden sobre el impacto de sus acciones en la naturaleza metiendo las manos en la tierra. Esta mañana, Doménika Ramos y Kamyla Huayra son las guías orgullosas del huerto que, tan solo a sus once años, han construido en su escuela. “Tenemos brotes de algodón y algunas plantas medicinales”, dice Dómenika, mientras camina despacio entre sus cultivos para no dañarlos. Kamyla, por su parte, tiene su atención puesta en un grupo de margaritas.

Ambas estudiantes son sólo un ejemplo del impacto del Programa de Educación Ambiental (PEA) en los más pequeños de Pisco. Durante el 2018, este programa impulsado por el ayudó a casi 10,000 niños de la zona a involucrarse en la preservación de áreas naturales de su provincia.

El objetivo del programa es promover la conservación ambiental y el respeto por los recursos naturales a través de los más pequeños de la localidad. Un enfoque educativo que guía transversalmente las actividades escolares y que, como propone la prestigiosa educadora y comunicadora española Heike Freire, podría ser el primer paso para construir la transición ecológica que tanto necesitamos.

Solo es necesario conversar unos minutos con Dómenika y Kamyla para comprobar que los resultados del programa van más allá de las aulas: los tachos de reciclaje se replican en casa, las playas se limpian con los vecinos, las mascotas representativas de la escuela son animales en peligro de extinción y las propuestas de los alumnos brigadistas ambientales van desde paseos por la Reserva de Paracas hasta recuperar los humedales de la zona. “Si no cuidamos el ambiente, cuando crezcamos, las personas que vienen detrás nuestro no gozarán de lo que tenemos”, sentencia Kamyla.

Las acciones de los niños de Pisco a favor del planeta no son juegos infantiles. Son los cimientos para un futuro sostenible. Alrededor del mundo queda cada vez más claro, que los niños son la raíz del cambio. El año pasado, Greta Thunberg, una adolescente suiza de 15 años, fue nominada al Premio Nobel de la Paz por luchar con firmeza contra el cambio climático. En Pisco, Doménika Ramos no ha oído hablar de Greta ni de su campaña por el medio ambiente. Pero algo sí sabe: cuando crezca, ella también quiere ser activista.

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