El embarazo no solo forma vida, también reconfigura el cerebro de la madre. Así lo demuestran investigaciones en neurociencia que confirman que la gestación provoca cambios estructurales profundos en el cerebro materno, fortaleciendo su capacidad de empatía, apego y cuidado. Esta reorganización cerebral responde a una función vital: preparar a la madre para responder de forma sensible y eficaz a las necesidades del recién nacido desde antes de su nacimiento.
Durante la III Conferencia Internacional por la Abolición de la Maternidad Subrogada, realizada en Lima, especialistas advirtieron que interrumpir ese proceso mediante la separación inmediata entre madre e hijo —como ocurre en casos de vientres de alquiler— puede tener consecuencias emocionales, neurológicas y afectivas graves.
Laura Vargas, vicedecana del programa académico de Psicología de la Universidad de Piura, explicó que “gestar modifica literalmente la estructura del cerebro. Se reducen áreas de materia gris para favorecer la lectura emocional del bebé, anticipar sus necesidades y fortalecer el vínculo”. Estos cambios biológicos son una preparación clave para la maternidad.
En este contexto, se destacan seis hallazgos científicos sobre el impacto de la gestación en el cerebro materno:
- Reorganización cerebral: El embarazo provoca una poda sináptica que optimiza regiones cerebrales asociadas al apego, empatía y percepción emocional.
- Respuesta emocional aguda: La madre desarrolla una sensibilidad aumentada ante señales del recién nacido, como el llanto o el contacto físico.
- Conexión prenatal: Desde el útero, el feto reconoce la voz y emociones maternas, iniciando el vínculo antes del nacimiento.
- Separación como ruptura: Interrumpir este proceso natural genera una ruptura biológica que puede afectar el apego.
- Impacto en salud mental: La separación inmediata incrementa riesgos de depresión postparto en la madre y desregulación emocional en el bebé.
- Subrogación como desconexión: La entrega planificada del bebé niega el proceso biológico de apego, generando consecuencias invisibles.
Vargas enfatiza que “proteger el vínculo madre-hijo desde la gestación no es solo una cuestión emocional, sino profundamente biológica y ética”. Añade que “separar al bebé de su madre afecta directamente un proceso natural que condiciona el bienestar emocional de ambos”.
Estos hallazgos instan a repensar prácticas que puedan alterar este vínculo esencial, subrayando que el embarazo deja una huella cerebral duradera en la madre y que el recién nacido necesita ese vínculo primario para desarrollarse plenamente.
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