“Mami, mami, vamos al palque a jugal”. Este tipo de frases suelen considerarse parte normal de la infancia, pero cuando un niño crece y aún tiene dificultades para pronunciar ciertos sonidos podría tratarse de dislalia funcional (DF), un trastorno del habla que no está asociado a problemas médicos, sino a la coordinación de los órganos del habla.
El doctor Erick Olivera, pediatra de la Clínica Ricardo Palma, explica que la DF se manifiesta cuando el niño omite, sustituye, distorsiona o añade sonidos al hablar, sin que existan malformaciones, problemas auditivos o neurológicos. Entre sus causas figuran la falta de madurez neuromotora, modelos lingüísticos incorrectos, factores psicológicos, estilos de crianza, poca estimulación del lenguaje y dificultades en la percepción auditiva.
¿Cuándo preocuparse?
Los errores en la pronunciación son esperables en los primeros años, pero existen etapas clave:
- A los 4 años, es común que solo los familiares cercanos entiendan al niño.
- A los 5 años, pueden persistir errores con sonidos como la s, l y r.
Si el pequeño se frustra al hablar, omite sonidos que afectan su comunicación, tiene un vocabulario muy pobre o construye frases muy cortas, es necesario acudir a un especialista.
Tratamiento y consecuencias
El abordaje suele realizarse con rehabilitación fonoaudiológica, que incluye juegos, técnicas de articulación y ejercicios junto a la familia. Los objetivos son:
- Corregir la pronunciación de los sonidos.
- Mejorar la conciencia fonológica.
- Fortalecer lengua, labios y paladar.
- Evitar secuelas emocionales y escolares.
No tratar este trastorno puede provocar inseguridad, frustración, aislamiento y dificultades académicas. Aunque parezca solo un tema de pronunciación, el lenguaje es esencial para la interacción social y la construcción de la autoestima.
Con apoyo profesional, paciencia y acompañamiento familiar, los niños pueden superar la dislalia funcional, mejorar su comunicación y desarrollarse plenamente.