La uveitis, una infección difícil de diagnosticar que puede llevar a la ceguera
La uveitis, una infección difícil de diagnosticar que puede llevar a la ceguera

Unas de las enfermedades oculares menos conocidas por la población, es la uveítis. De acuerdo a Zully Barrón, doctora especialista de Oftalmosalud, aproximadamente 52 de 100 mil personas son afectadas cada año y se le considera la tercera causa de ceguera, en países desarrollados, entre los 20 y 50 años de edad.

Esta dolencia se manifiesta en la capa del ojo llamada úvea, que se encuentra en el iris, entre la esclera y la retina, brindando la nutrición y defensa que el ojo necesita. La uveítis es la inflamación de la úvea, en alguna porción o en su totalidad. Esta inflamación puede darse por infecciones, desordenes inmunológicos o cuando el cuerpo enferma de cáncer. La falta de tratamiento oportuno puede provocar ceguera irreversible, en niños, adultos o ancianos.

En el Perú, la causa más común de uveítis es la infecciosa, asociada a un parásito llamado Toxoplasma, que se puede contraer por alimentos contaminados, gatos sin tratamiento antiparasitario o frutas sin lavar, siendo los niños los más vulnerables en un ambiente tan insospechado como el hogar. En ocasiones, la uveítis se presenta antes de la enfermedad sistémica a la que se asocia.

Los signos fundamentales de la inflamación son el ojo rojo, visión borrosa, aparición manchas flotantes, dolor y molestia para ver la luz. La especialista precisa que, muchas veces se llega tarde a la consulta porque los síntomas pueden confundirse con otras molestias como ojo seco, conjuntivitis, o mismo cansancio y dolor de cabeza después de un día de trabajo.

Comenta que, lo primero que hacen algunos pacientes es “medirse la vista” en los servicios de óptica, pensando que el problema tiene que ver con necesidad de anteojos. Al no conseguir mejora, recién acuden al oftalmólogo, quien nota la gravedad del problema y dirige al paciente al subespecialista en uveítis. 

Una vez en tratamiento, el paciente es sometido a un exhaustivo examen clínico, asociado a estudios de imágenes en oftalmología (por ejemplo, angiografía) y análisis de sangre, entre otros, para llegar al diagnóstico e iniciar un tratamiento intensivo, para evitar complicaciones como el glaucoma, catarata o desprendimiento de retina, que empeoran el pronóstico visual.

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