En más de 30 países se han visto casos de úlcera de Buruli, especialmente en África y Australia. (Foto: ISSOUF SANOGO / AFP)
En más de 30 países se han visto casos de úlcera de Buruli, especialmente en África y Australia. (Foto: ISSOUF SANOGO / AFP)

La define a la úlcera de Buruli es una infección crónica y debilitante por Mycobacterium ulcerans, que afecta principalmente a la piel, y a veces al hueso. El microorganismo pertenece a la misma familia de bacterias que las causantes de la y la lepra. Para desarrollarse, el patógeno necesita una temperatura de 29 °C a 33 °C y una baja concentración de oxígeno (2.5%).

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La bacteria produce una toxina destructiva (micolactona) que provoca daños en los tejidos e inhibe la respuesta inmunitaria. De hecho, la enfermedad evoluciona sin dolor ni fiebre. Normalmente ataca las extremidades (55% de los casos reportados globalmente tienen úlceras en las piernas, un 35% en los brazos y otro 10% en otra parte del cuerpo). En cuadros graves, se puede llegar al fallecimiento o la amputación de un miembro.

Más de una treintena de países han reportado casos de este mal, especialmente en África. Pero en los últimos años se ha visto una explosión de casos en el sudeste de . De acuerdo con el diario The New York Times, desde 2016 se han reportado más de 180 casos por año, y en 2018 se alcanzó el máximo de 340. La enfermedad ya se ha extendido hasta la ciudad de Melbourne, de cinco millones de habitantes.

Contagio

La gran incógnita respecto a la úlcera de Buruli es cómo se contagia. La OMS dice que la “M. ulcerans es una bacteria presente en el medio ambiente cuyo modo de transmisión al ser humano todavía se desconoce”. Por lo tanto, no hay forma de prevenir la enfermedad.

Científicos consultados por el diario The New York Times creen que la úlcera de Buruli —así como aproximadamente el 75% de las enfermedades emergentes, incluyendo la COVID-19— es zoonótica. Esto quiere decir que puede transmitirse de animales a humanos. Las afecciones zoonóticas son cada vez más comunes debido a la invasión de las personas en los entornos salvajes.

En Australia, la hipótesis es que las zarigüeyas son portadoras de la bacteria y los mosquitos, que han entrado en contacto con las heces de esos animales, la transmiten a los humanos.

El segundo problema es el tratamiento. El método más común son los antibióticos. Cuando los casos son más severos, se requieren cirugías para remover el tejido necrosado. “A menos que te deshagas de esa carne muerta, la piel jamás sanará”, manifestó el doctor Adrian Murrie a The New York Times.

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