“El fútbol es la única religión que no tiene ateos”, escribió Eduardo Galeano, periodista y escritor uruguayo que nos recuerda siempre, a pesar de su ausencia, hasta que niveles de veneración se llega cuando dos equipos se enfrentan por la gloria del triunfo. Y precisamente, el llamado “deporte rey”, que hoy tiene al mundo expectante por el Mundial Qatar 2022, es el escenario de “Diez tigres y un zorro”, una historia en la que un equipo de fútbol integrado por habilidosos tigres deben recurrir a un zorro para que reemplace a uno de sus jugadores. ¿Algo no cuadra en el relato?, pues Alberto Rincón Effio, el autor de la obra, con ilustraciones de Celeste Vargas Hoshi, nos explica qué lo motivó para proponer un  cuento, que con el pretexto del fútbol, hable de inclusión, prejuicio, integración y respeto a las diferencias.

En la historia hay mucho prejuicio de ambos lados, de los tigres y el zorro, vivimos en un mundo lleno de prejuicios, especialmente hacia las personas que no conocemos.

Al extranjero, al extraño, al fóraneo, hasta un segundo antes de darle la mano, de trabajar con él o de preguntarle cómo se siente, esa barrera que hay entre nosotros, que parece una súper barrera muy grande, en verdad es muy endeble. Te das cuenta que hay que adaptarse al otro, pero todo es parte de un aprendizaje.

En la historia, el entrenador de los tigres va en busca del zorro para pedirle que se integre al equipo; el fútbol es un pretexto para la unión y para desechar el miedo al otro.

El miedo al otro, creo que es también el miedo a uno mismo, nosotros tenemos miedo a que el otro termine pareciéndose a nosotros;  y eso es lo primero con lo que luchamos cuando le cerramos la puerta a alguien.

En un estadio se olvida todo cuando se trata de alentar a un país...

Cuando queremos fines comunes y tenemos una meta clara en común, nos olvidamos del miedo y las diferencias y el fútbol es una buena forma de desechar todo eso. En una cancha de fútbol nadie le pregunta al otro de dónde viene, cuál es su película favorita o quiénes eran sus padres, eso es lo que hace el fútbol.

La convocatoria de Lapadula a la selección tiene mucho que ver con tu historia.

Siempre me inquietó la historia de Lapadula y pensé que tenía que explotarse de alguna manera. Su historia es como un drama, el de un hombre que debe debe tomar una decisión importante en su vida, que es viajar de otro continente para pelear por una bandera diferente. Siempre me pareció que esa historia tenía que escribirse, pero no fue hasta que se planteó hacer un libro infantil y yo tomé el proyecto como mío que me puse a hacerlo.

Así como los tigres desconfiaban de un zorro en su equipo, no todos los jugadores tenían confianza en Lapadula, lo veían como un extranjero advenenizo.

Y esta es la prueba fiel que muchas veces las historias de ficción solamente vienen a confrontar la realidad. Después del rechazo inicial, el hombre se puso la camiseta, cantó el himno, se abrazó con todo, escogió jugar para la selección del país de su mamá; básicamente jugaba para para ella, para complacerla y hacerla feliz.

En el fútbol se celebran los triunfos y se lamentan las derrotas, pero de estas también se aprende.

En la vida no siempre se gana, creo que casi nunca se gana, en el fútbol veníamos de una época oscura de casi no haber ganado nada, pero las cosas fueron cambiando. En el libro “Matar un ruiseñor”, Harper Lee escribe: Uno vence raras veces, pero alguna vez vence. Y es verdad, jugamos y competimos para alguna vez vencer.

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