Juan Alberto Osorio Ticona estudió en el Colegio Nacional Mateo Pumacahua y en la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco. (Foto: Cortesía)
Juan Alberto Osorio Ticona estudió en el Colegio Nacional Mateo Pumacahua y en la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco. (Foto: Cortesía)

Conversamos con Juan Alberto Osorio, reconocido escritor y también crítico literario, sobre su acercamiento al mundo de las letras, docencia y su próximo trabajo.

Escribir es un arte ¿Cómo te adentraste en sus misterios? 

Soy un escritor de inicio atípico, de alguien sin vocación literaria. Provengo del campo de las matemáticas. Fui a la universidad para estudiar ingeniería civil. Ciertas circunstancias y amistades me fueron aproximando a jóvenes que escribían. Fue en la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco (UNSAAC). De modo progresivo fui sintiéndome parte de ese grupo, aunque me lo reprochaba. Llegué a considerarme un intruso en la poesía. Por aquellos tiempos, segunda mitad de la década del 60, se pensaba que la poesía era la puerta de acceso a la literatura, casi no había narradores, ellos aparecieron tiempos después en el país. Fui el último en llegar, y me quedé, aunque siempre añorando las matemáticas. Hoy, soy un sobreviviente de aquel grupo, el único que persistió, no sé si para bien, y anduvo por muchos lugares del país. Los demás, optaron por otras carreras, su producción literaria fue disminuyendo, hasta casi desaparecer.

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¿La enseñanza en universidades qué experiencia te ha dejado?

La literatura peruana es básicamente universitaria y la universidad marca a quienes la habitan, y es además, un microcosmos de la sociedad. La mejor experiencia la tuve en la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga (UNSCH), adonde llegué sin proponérmelo y sin conocer a nadie. Hasta entonces pensé que en la UNSAAC arraigaría para siempre. Pero un grupo político capturó la Universidad y la copó.  Anuló los contratos de jóvenes profesores, que veníamos dictando ya varias semanas. Claro, el propósito era colocar a su gente como ya lo había hecho en la parte administrativa. Fue la famosa comisión tripartita que se dio en varias universidades del país. Así perdí mi trabajo, hasta que en un diario de Lima apareció una convocatoria a concurso de plazas docentes, y llegué a esa lejana y acogida ciudad. La UNSCH tenía, entonces, aspectos sorprendentes: el alumnado provenía prácticamente de todo el país. En cada salón había alumnos de Piura, Trujillo, Chiclayo, Cajamarca, Ancash, Lima, Ica, de la sierra y selva central. Del sur eran menos. La docencia igual, en literatura y lingüística, era de San Marcos, La Católica, Trujillo, Ica, y yo, el único del Cusco.

¿Cuál es para ti la importancia del escritor?

El escritor es importante como lo es el trabajador de otra área. Nunca privilegié al escritor. Existen aún muchos mitos sobre el escritor, que lo ensalzan. Vienen de la antigüedad clásica, atraviesan toda la historia literaria, cobran auge con el romanticismo, y aún están entre nosotros en estos tiempos de la posmodernidad. Buscan en conjunto sublimar al escritor, presentarlo como “un ángel caído”, no apto para otras labores más prosaicas. Les otorgan facultades, a veces, extraordinarias, para diferenciarlos de los demás. Obviamente todo esto es falso. Los escritores, por el contrario son como los demás. Aunque no, son terriblemente individualistas, con un gran ego, se envanecen con poco. Por lo general, poco les importan los demás. Además, el mundo de los escritores está lleno de grupos, argollas, maledicentes, con zancadillos, entre ellos, arribistas tremendos, y otras virtudes más. Obviamente, son importantes, en la medida que descubren parcelas de la realidad, o salen de ella hacia otros espacios, según las preferencias literarias.

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¿Por qué es importante la crítica y la reseña?

Ambas son parte de lo mismo, y son importantes en la medida que nos señalan cómo nos están recepcionando. Un escritor, ya antiguo, decía que la crítica era el ejercicio del criterio. La reseña es más liviana. Ambas son miradas sobre las obras, formas de leer, de aproximarse a ellas, premunidas de un mayor o menor manejo teórico. Teorías que se suceden, cambiantes, que a veces nos encandilan hasta hacer estragos, por lo intrincadas, aunque conduzcan, finalmente, a lo mismo. Particularmente, no me considero un crítico, sino un lector un poco atento, que emite una opinión, esforzándose en ser lo menos subjetivo, lo menos impresionista posible.

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