Con una visión clara y una entrega inquebrantable, la historia de esta mujer que nació en Chepén (Chiclayo) es una que inspira. (Fotos: Marco Tapia)
Con una visión clara y una entrega inquebrantable, la historia de esta mujer que nació en Chepén (Chiclayo) es una que inspira. (Fotos: Marco Tapia)

María Pastor es más que un restaurante. Es la historia de una mujer que emprendió más de una vez. Desde sus inicios vendiendo chupetes, gelatina y chicha morada; hasta convertirse en un referente de la comida marina. Es un espacio que las personas prefieren por el cariño y la calidez que su creadora ha sabido imprimir en cada detalle. Con una visión clara y una entrega inquebrantable, la historia de esta mujer que nació en Chepén (Chiclayo) es una que inspira.

En esta entrevista, conoceremos su trayectoria, los retos que ha superado y los valores que han hecho de su negocio un lugar especial para tantos clientes.

¿Cómo inicia su historia en el mundo de la gastronomía?

Todo empezó cuando yo tenía 18 años. Tenía una carretilla en la calle Horacio Urteaga, en el distrito de Jesús María. Era el año 1983 y trabajé duro para invertir. Mi meta era tener un negocio, una casa y un carro. Era mi ilusión como mujer.

¿Siempre se dedicó a la venta de comida marina?

Antes vendía arroz con leche o papas rellenas. También caminaba por las calles vendiendo chupetes, gelatinas, chicha morada. De todos los negocios que aprendí, me quedé con el ceviche.

¿Por qué decidió dedicarse a este rubro?

El porcentaje de venta era superior a los otros negocios. Debo confesar que se trabaja duro porque hay que madrugar para conseguir los mejores productos.

¿Siempre fue buena en matemáticas o lo aprendió con el negocio?

Desde niña me ha gustado las matemáticas, en el colegio sacaba buenas notas por eso no me costó aprender administrar mi negocio.

¿Al inicio tuvo el apoyo de su familia?

Siempre lo tuve. Gracias a Dios mi familia vivía en la zona y en esa época, en las calles de Jesús María, había mucho comercio ambulatorio. Mi familia vivía en la cuadra 14 de Horacio Urteaga y todos los días salía a la esquina para vender.

¿Qué le llevó a tomar la decisión de salir a la calle a vender?

La necesidad. No tenía un trabajo y era madre soltera. Eso me impulsó a emprender, al final de cuentas no estaba robando, estaba haciendo algo decente.

Todos estos factores no fueron un freno para cumplir sus metas…

Cuando era niña iba a las tiendas y me decía: yo también tendré un negocio. Me llamaba la atención y lo que más me gusta es atender al público, es algo que lo vivo, lo siento, porque me gusta estar en contacto con la gente.

Es característica del vendedor de puesto de la calle con el cliente...

En la calidez del trato está la clave para que el negocio prospere.

¿Siempre sintió esa vocación de servicio?

Siempre he sido una persona amable, nunca le negué a mi cliente un poco más de cancha o chicha. Siempre le daba su yapa, sobre todo a los niños. Yo también he pasado necesidad, sé lo que es vivir a las justas y ese detalle alegra a la gente.

¿La famosa yapa es la atracción del negocio?

Lo es. Porque si te niegas el cliente se aleja. Ese detalle no te hace ni rico ni pobre, pero captas más público. Esa persona trae a su familia y te recomienda con sus amigos.

Desde su experiencia ¿Cómo definiría a una mujer emprendedora?

Emprendedoras somos las mujeres que luchamos para sacar adelante a los hijos. A veces, los hombres se acobardan y debemos luchar solas.

¿Hubo algún momento en el que dijo “no puedo más”?

Más de una vez. Yo le di duro al trabajo y me excedí, pero quería tener un local propio. Eso no era fácil, porque trabajar con el banco es costoso y hay que mantener a todo un personal. Tu esfuerzo tiene que dejarte solvencia para tener el negocio arriba.

¿Es cierto que el personal es como tener hijos?

Es un poco complicado y hay que tener tino para tratar a la gente con la que se trabaja a diario. En los últimos años el cambio ha sido total, antes la gente era más accesible a que los corrigieras, hoy creen saber más que uno. Por ejemplo, hay cocineros que les falta sazón y no te escuchan cuando les das indicaciones porque creen que lo están haciendo bien.

Hablando de sazón ¿Cuál es su secreto?

Tener todos los productos frescos y sobre todo hacerlo con amor. Las emociones influyen mucho cuando cocinas.

¿Qué recuerdos de su infancia le trae la cocina?

A mi mamá cocinando con leña en Chepén.

¿Qué receta conserva de sus antepasados?

La del ceviche norteño, pero como vivo aquí no la puedo usar en el restaurante. En el norte se usa el pescado recién salido del mar y hay que sazonarlo más para que se le vaya el sabor del mar. Es más fuerte el sabor y hay que darle un buen toque.

¿Cómo definiría al público limeño?

Muy exigente. El público en Lima busca que el plato esté bien servido y que sea muy rico, si no reclaman y con justa razón.

Para usted, ¿Cuál es el ingrediente principal en la comida peruana?

Los ajos, la cebolla y al ají. El peruano no sabe comer sin ají.

¿Qué es lo que más recuerda de ese proceso de pasar de una esquina a tener su propio local?

Mi primer local propio se llamó Mary. Fue uno de mis primeros negocios, pero por motivos familiares se cerró. Yo era propietaria y trabajé mucho para pagar capricho por ese local.

Recuerdo las colas para comprar leche de tigre en esa esquina

Teníamos mucha gente esperando por nuestra leche de tigre. Era la favorita de la zona. En esa época la pota era barata, costaba 30 céntimos. Hoy cuesta 28 soles el kilo.

Si les iba bien, ¿por qué cerraron?

Por problemas familiares y legales. Mi ex esposo se quedó con el local y yo me vine para la avenida Cuba.

¿Es verdad que la mujer es mejor administradora?

También hay hombres muy buenos administrando. La mujer es más responsable con los hijos y el trabajo. Sabemos cuidar los recursos.

Cuando abre el primer local de María Pastor ¿En qué se basaron para diseñar la carta?

Fue un trabajo en equipo con el chef. Nos basamos en los platos preferidos por el público, como el ceviche, el chicharrón de pescado, la parihuela y el arroz chaufa. La leche de tigre sigue siendo la favorita de nuestros clientes.

En un restaurante ya no se puede dar yapa...

Si puedo dar un poco más de chicha o canchita. El detalle cuenta.

¿Aún tiene clientes que la conocieron vendiendo en la esquina?

Claro que sí. Muchos de ellos ya están casados y vienen con sus familias.

¿Cómo son esos recuentros con los clientes que la conocieron cuando ellos eran niños?

Se siente mucho cariño. Vienen y recuerdan momentos especiales. Recuerdan sus vivencias. Y recordar la infancia y la adolescencia te hace sentir vivo.

Siempre nuestras emociones giran en torno a una comida favorita

La comida es la unión de la familia. La comida es el centro para estar reunidos. Sin comida no hay vida.

¿Qué le gusta cocinar en casa?

Ceviche con arroz blanco, como se estila comer en el norte.

¿Cocinar para otros es un actor de amor?

Por supuesto. Hay que hacerlo bien para que tu invitado se vaya contento.

¿Cuál es su lema principal como empresaria y que imparte a sus colaboradores?

Lo que siempre le digo al personal: “Cocina rico como te gustaría comer”. Ese es el secreto para estar siempre arriba.

La comida es la mejor autorrecompensa…

Si, por eso cuando estas molesto comes lo que te gusta y todo se alivia. Yo le llamo a eso alimentar el espíritu

¿Qué enseñanzas le ha dejado estos casi 40 años de trabajo?

Debemos seguir mejorando. Nunca se termina de aprender. La cocina es muy amplia y hay ponerle muchas ganas