El presidente de Tanzania, John Magufuli, declaró a su país libre del coronavirus, luego de realizar una campaña nacional de oración que duró tres días (Foto: AFP)
El presidente de Tanzania, John Magufuli, declaró a su país libre del coronavirus, luego de realizar una campaña nacional de oración que duró tres días (Foto: AFP)

En junio del año pasado, el presidente de Tanzania, John Magufuli, declaró a su país libre del , luego de realizar una campaña nacional de que duró tres días. Ahora, el mandatario decidió que no compraran vacunas contra el COVID-19, una situación que pone en riesgo a la población mundial.

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Tanzania no impuso un confinamiento por la pandemia, pero si reabrió las escuelas, permitió las celebraciones de grandes eventos deportivos y reuniones religiosas, lo que puso en riesgo a su población.

Además, dejó de hacer las pruebas y suspendió las campañas de comunicación sobre el virus. El país no está notificando los casos de contagiados y fallecidos por el COVID-19. El argumento del presidente tanzano, era que la gente deje de vivir con miedo y confíe en Dios.

Lo que más preocupa a la Organización Mundial de la Salud (OMS) es que este Estado, de 55 millones de habitantes, decidió no aplicar a las vacunas contra el COVID-19 y mantenerse al margen de la campaña de inmunización mundial.

La directora ejecutiva del Centro de Investigación sobre Población y Salud en África, Catherine Kyobutungi, sostiene que la actitud que ha tomado el Gobierno tanzano ha permitido que el virus se propague sin control entre la población. La gente se está muriendo y lo están categorizando como “neumonía” y “dificultades respiratorias”.

Peligro

La gente que vive en Tanzania no está preparada, ni protegida. No hay protocolos sobre lo que se debe hacer si alguien cae enfermo. La mayoría hace vaporizaciones con remedios naturales para prevenir la COVID-19, pero eso no impide que el virus se transmita de persona a persona. El segundo gran problema es el impacto en el personal sanitario”, indicó Catherine Kyobutungi.

La epidemióloga de Uganda advierte que más allá del riesgo para el país, el peligro también es para los demás estados de su región y para el mundo. Dice que, mientras haya casos de COVID-19 en Tanzania, resultará imposible que los países vecinos (con los que comparte fronteras) estén libres de la enfermedad. Además, existe el riesgo de que se desarrollen nuevas variantes en el país, por la propagación incontrolada.

Si más delante surge una nueva variante en Tanzania se podría propagar por toda la región, incluso por zonas donde ya se haya dado la vacunación. ¿Qué pasa si las dosis que se han administrado a las personas no son efectivas contra esa variante? la pandemia no terminará para nadie en ningún lugar”, apuntó Kyobutungi.

Posibilidades

Toda esta situación que se vive en Tanzania podría revertirse si el Gobierno aceptara la vacuna contra el COVID-19. Pero no se puede usar una vacuna si primero no la registra y no la autoriza mediante un decreto. El proceso normal es que los expertos de su país, junto con los organismos reguladores, revisen los datos, la eficacia y seguridad de la vacuna y aprueben su uso.

Existe la posibilidad de que el Gobierno de Tanzania registre la vacuna y mantenga su posición de negarse a importarla. Esta acción permitiría al sector privado comprar algunas dosis, aunque serían insuficientes. Si el sector privado coge las riendas de la vacunación, muchos no podrán tener acceso a ellas, por eso es importante que el programa de vacunación la gestione el propio Gobierno y sea masiva.

Si el Estado no cambia de posición se creará una desigualdad. Quienes sí se podrían vacunar serían las personas pertenecientes a la élite de Tanzania (o aquellos que dispongan de medios), que podrían salir del país y vacunarse en otro lugar.

Otros tanzanos que podrían tener acceso a las vacunas son aquellas comunidades fronterizas que, en el pasado, han cruzado a los países vecinos y se han beneficiado de los programas de vacunación.

Por lo pronto el Gobierno ha dicho que no tiene previsto encargar vacunas a través de COVAX (una iniciativa global destinada a lograr un acceso equitativo a las vacunas contra la COVID-19) ni de ningún otro mecanismo.

Cambio

Tanzania no siempre tuvo una resistencia a las vacunas, por el contrario, al igual que otros países, ha puesto en marcha programas de vacunación principalmente para los niños menores de cinco años. Ellos actúan contra enfermedades como la tuberculosis, la poliomielitis, la tos ferina, el sarampión, la rubeola y la difteria. En los últimos años, estos programas se han ampliado para incluir vacunas contra la neumonía bacteriana, la diarrea y la hepatitis B.

En Tanzania, la cobertura de vacunación es muy alto, alrededor del 80% o 90%. Esto significa que no hay antecedentes de oposición a las vacunas. La posición que ha tomado el Gobierno contra el COVID-19 es inexplicable.

A diferencia de Tanzania sus países vecinos como Kenia, Uganda, Ruanda y Malaui han intentado conseguir desesperadamente la vacuna para sus ciudadanos. Todos ellos se han aplicado al servicio de COVAX y han desarrollado sus planes de inmunización, Ruanda incluso se ha adelantado y ha obtenido vacunas fuera del servicio de COVAX.

En estos momentos, el mayor problema al que se enfrentan los países africanos es a la escasez de vacunas en el mercado global. Los países ricos terminarán de vacunar a su población a finales de este año. Pero los países africanos con pocos recursos no contarán con la disponibilidad total de la vacuna hasta finales del próximo año o, incluso, hasta 2023.

“Si los países que han buscado las vacunas con tanto ímpetu están tan atrasados, imagínense un país como Tanzania que, ahora mismo, ni siquiera ha comenzado”, finalizó Catherine Kyobutungi.

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