En medio de una descomunal crisis sanitaria y económica, el Perú se encuentra a la deriva, sin ministros y con funcionarios estatales limpiando los cajones antes de irse a su casa, luego que el Congreso negó la confianza al gabinete de Pedro Cateriano, quien se ha ido denunciado un chantaje que ojalá sea aclarado, pues de nada vale decir lo que ha dicho si no va a identificar con nombres y apellidos a quienes le pidieron la cabeza de un ministro a cambio de los votos.

Eso de que le exigieron la salida del ministro de Educación, Martín Benavides, como un intento de sabotaje a reforma de la educación superior de parte de grupos parlamentarios vinculados a universidades chatarra, es muy grave y no parece tirado de los pelos si tenemos en cuenta que las bancadas de José Luna (Podemos) y César Acuña (APP) votaron disciplinadamente por no apoyar. La versión de Cateriano fue tomada como propia, unas horas más tarde, por el presidente Martín Vizcarra.

Bien que el jefe del Estado, durante las palabras que brindó al país ayer, haya ratificado su compromiso de llevar adelante la reforma universitaria más allá de los pillos, sinvergüenzas y chantajistas que se la quieren traer abajo. Lamentablemente, esta es la gente que eligieron los peruanos en las últimas elecciones parlamentarias surgidas tras el cierre del Parlamento a manos del propio presidente Vizcarra, quien es el padre de esa criatura.

Ahora el mandatario, fuera del inoportuno voto del Congreso, debería nombrar un gabinete que esté a la altura del reto a fin de corregir el mal manejo de la pandemia, en que no se ha dicho la verdad sobre los muertos, se mintió sobre la validez de las pruebas rápidas y se hizo demagogia con la “expropiación” de las clínicas, todo esto en medio de escándalos como el de Richard “Swing”, el de los amigos tenistas en puestos públicos y el de los parientes de Mirian Morales.

Hay muchos rumbos que corregir y eso será tarea del nuevo equipo que debería estar a cargo de un gerente y ejecutor, y no tanto de un político de gestos y discursos como Cateriano, que en muchas cosas parecía mantenerse en los 80 y 90. En medio de esta crisis urge poner manos a la obra, habilitar camas, conseguir oxígeno, atender necesidades de pacientes y médicos, tomar el control en regiones y, al mismo tiempo, velar por levantar la economía. No es poca cosa, pero no podemos seguir a la deriva.