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El 60% del país es Amazonía. Mucho tiempo hemos estado de espaldas a ella, mientras algunos mal llamados “ambientalistas” miran a la selva como un negocio. ¿Por qué? Porque quieren cuidar algo que no viven ni conocen. Las potencias que los financian nos están obligando a protegerla a su manera, con normas importadas que no siempre son la solución.

Ellos, por ejemplo, reclaman sobre la deforestación amazónica, pese a que la deforestación en Europa fue realizada a finales de la Edad Media para dedicar los terrenos a la agricultura y a desarrollar grandes ciudades. Resulta algo hipócrita aceptar el desarrollo obtenido con los ingentes beneficios de la tala de sus bosques, y a su vez impedir que nuestro país obtenga los mismos.

Para ello necesitamos vigilancia y protección nacional de la Amazonía y lograr nuestros propios beneficios, como ellos en su momento lo hicieron, pero sin depredar el nuestro. No cometamos los mismos errores. Es probable que por nuestra ubicación geoestratégica favorable, nos impidan protegerla solos. Pero miremos esto a largo plazo y con mucho juicio. Empecemos a cuidarla nosotros con tecnología.

La idea no es provocar polémica, pero las controversias sobre el medio ambiente en nuestro país resultan dudosas. Gran parte de nuestra percepción medioambiental nacional está basada en estadísticas poco fiables. Muchas de ellas son estadísticas internacionales con un grado de certeza global, mas no nacional. A ello hay que incidir en que la poca información de nuestro país hace que se incurra en el error cuando se realizan prospectivas, escenarios o pronósticos locales.

Con términos morales podemos aspirar a reducir la contaminación ambiental. Pero nuestra soberanía, desarrollo y futuro como país exigen que tengamos cómo obtener data local y propia a fin de poder usarla según nuestras necesidades.