¿Qué es Javier Milei? Ojo que no pregunto quién, sino qué es. ¿Un liberal a ultranza?, ¿un extremista de derecha?, ¿un outsider apocalíptico? ¿Un  anticomunista? ¿O es todo a la vez?

Este huracán indomable que sacudió la Argentina el último domingo puede ser un riesgo si, como se vaticina, gana la presidencia y el descontrol neuronal expuesto en la campaña no da paso a un pensamiento más reflexivo y menos radical.

Es cierto, un país destrozado por el corrupto kirchnerismo, que hizo de los recursos del Estado un instrumento para el hurto y la compra de votos a través de subsidios groseros e indiscriminados merece una cirugía mayor pero sería prudente dotar a esa intervención de algunas dosis de anestesia que Milei parece no estar dispuesto a suministrar.

El cierre del Banco Central de Reserva ¿tendrá el consenso de los economistas? ¿A dónde puede llevar la desaparición de la mayoría de ministerios? O ¿qué impacto social puede tener, por ejemplo, en esa dinámica desregulatoria, la legalización de la venta de órganos o armas?

Lo que está claro y es indiscutible es que si Milei gana en octubre, la gran responsabilidad de todo lo que pueda suceder después en ese país será del delincuencial kirchnerismo y de su cabecilla, Cristina Fernández, cuya libertad es un vejamen para la dignidad de cualquier país que se precie de serlo.

Lo que pase con cualquier nuevo gobierno en Argentina será también responsabilidad de los electores, que en varios procesos optaron por el clientelismo y la pereza, por el festín de bonos y la vida fácil, por la emisión inorgánica y el auxilio desesperado del FMI.

Optar por el billete fácil, por la indignidad y no por la realidad tiene costos desoladores, inevitables, cruentos. Será hora, pues, para los argentinos, de enfrentarse a un nuevo país, a una nueva nación acorralada por las fauces de un dragón de abrasadoras llamaradas, que les rugirá en la cara el nombre de Javier Milei.