​Carol: Un sublime melodrama
​Carol: Un sublime melodrama

“Carol” es una impecable realización del norteamericano Todd Haynes. Estelarizada por Cate Blanchett y Rooney Mara, fue nominada a 6 premios Oscar, incluyendo los de mejores actrices principal y secundaria, pero se le excluyó de las categorías de mejor película y mejor director. Ciertamente, un lamentable maltrato por parte de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood.

Estrenada recién en nuestro medio, la cinta está basada en una novela de Patricia Highsmith y se desarrolla en Nueva York a principios de los años 50. Therese Belivet (Mara) es una joven empleada de una tienda de almacenes en Manhattan, aficionada a la fotografía, que sueña con una vida mejor. Cierto día conoce a Carol Aird (Blanchett), una mujer elegante y sofisticada, que se encuentra atrapada en un matrimonio equivocado y nada feliz, del cual solo le importa su pequeña hija. Entre ambas surge una atracción inmediata, cada vez más intensa y profunda, que cambiará sus vidas.

La propuesta de Todd Haynes es todo lo complicada -o compleja si se quiere- que puede ser una historia de amor entre dos personas de estratos sociales distintos, en este caso de dos mujeres que empiezan a necesitarse una a la otra luego de conocerse por azar. Y lo que importa es justamente la manera en que la relación está contada, con una particular intensidad que se refleja nítidamente en las estupendas caracterizaciones de las dos protagonistas.

ELEGANTE Y PROFUNDO. Lo que llama la atención de primera impresión es que Haynes no quiere repetirse emulando al Douglas Sirk de tan memorables y clásicos melodramas en cargado technicolor, como lo hizo brillantemente en “Lejos del cielo” (2002). Las opacas tonalidades fotográficas expresan notablemente el tratamiento contenido, de enorme naturalidad, de la narración, cuya elegante ambientación también resulta admirable.

Lo que el cineasta consigue con creces es que la historia de Therese y Carol fluya sin aspavientos. Que los conflictos en los que se ven inmersas sean tan reales como la vida misma, en una época difícil, llena de prejuicios sociales y familiares, de represión. Y la mejor manera para contarla es a través de un largo flashback, luego de que ambas mujeres se citan en un restaurante.

La capacidad de sugerencia y sutileza de Haynes se evidencia en cada escena, en cada plano que comparten Therese y Carol, donde pueden aflorar dudas o incertidumbres, pero igualmente se perciben sentimientos y deseos muy profundos. Diversos momentos durante el viaje que comparten grafican muy claramente la evolución de la relación.

La sugerente fotografía de Edward Lachman, habitual colaborador de Haynes, y la delicada música de Carter Burwell contribuyen a darle al relato ese sentido sublime y conmovedor propio de los grandes melodramas. Luego de narrar con brillante precisión los promenores de una breve relación aparentemente destinada al fracaso, el cineasta nos ofrece un admirable -y justificado- reencuentro que culmina en una notable escena en la que las miradas lo dicen todo y son lo único que importa. “Carol” es uno de los mejores estrenos de 2016.

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