Las posiciones extremas en política jamás son buenas. Esa es la realidad a la que ha llegado Chile para las elecciones de hoy. En efecto, los republicanos con José Antonio Kast que encarna a la ultraderecha, y Gabriel Boric, líder de la Convergencia Social – Apruebo Dignidad. Kast y Boric no son los candidatos que el destino político de Chile requiere en estos tiempos.

Sus visiones extremas los ha llevado a avalar lo insostenible: Kast rinde pleitesía a la figura y legado dejados por el dictador Augusto Pinochet Ugarte, el militar más insensible de la historia política chilena del siglo XX, responsable de la desaparición de miles de ciudadanos perseguidos por ser de izquierda.

Una tremenda e imperdonable barbaridad social indefendible que Kast no ha tenido reparos en lisonjear olvidándose de las imputaciones por violación de derechos humanos a que fue sometido Pinochet, incluso la que en Italia se le seguía junto a otros dictadores de la región -entre ellos, el traidor Francisco Morales-Bermúdez Cerruti-, por el sonado caso Operación Cóndor, que solo merece la condena y censura perpetuas por la comunidad sudamericana.

En cuanto a Gabriel Boric, que lidera una particular convergencia de la siempre amorfa izquierda chilena donde la porción comunista es peligrosamente relevante, es el neófito abanderado que pregona a los cuatro vientos un país inclusivo y que bajo es adjetivo calificativo en realidad terminará despedazando a la tierra del histórico Bernardo O’Higgins.

De adrenalina revoltosa en su esencia, este joven hecho político en las calles por las protestas que, si nos las había, las creaba, con el cuentazo de la gran transformación, retrotraerá a Chile a la era de los Picapiedra y no exagero. Los chilenos tienen el deber de informarse y/o de recordar aquellos tiempos del atraso nacional en que vivió el país con Allende al comienzo de los años setenta. 

Pregonando la denominada teoría del bienestar general y de la justicia social, sorprende a los chilenos de buena voluntad que no se dan cuenta hacia dónde irá el país y hasta con una nueva Constitución, hecha mayoritariamente con la pluma de las posiciones más recalcitrantes de la izquierda mapocha defendida por Boric y confabulada con el progresismo sureño, incapaz de condenar el anarquismo contra los carabineros. Así está Chile hoy. ¡Qué pena!

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