El expresidente Pedro Castillo nos ha alegrado ayer con el “discurso” que dio en una audiencia con la que está tratando de dejar sin efecto la acusación del Ministerio Público que podría enviarlo 34 años a la cárcel por el quiebre constitucional del 7 de diciembre del 2022, en que por sí solo dispuso el cierre del Congreso, la toma del sistema de justicia y otras medidas que se haberse concretado lo hubieran convertido en un dictador con poderes absolutos gobernando a punta de decretos ley.

El recluso del penal Barbadillo ha dicho que la acusación es una “cortina de humo” para tapar los errores del gobierno de Dina Boluarte, a quien despectivamente llamó “mucama”, y de los congresistas a los que calificó de “mayordomos”, como si no estuviera muy claro que este pobre hombre se unió a una camarilla de golpistas para adueñarse del Perú, y que para ese fin ordenó a la Policía Nacional detenciones arbitrarias y la interrupción del funcionamiento del Congreso.

Lamentablemente, Castillo y su defensa ante el Poder Judicial se han convertido en un meme de la política. Y esto es penoso porque aunque parezca increíble, este sujeto ha sido presidente del Perú, de nuestro país, algo que sin duda nos llena de vergüenza. Esto no tiene nada que ver, por si acaso, con que sea provinciano, profesor, o rondero, sino con su ineptitud, los actos de corrupción en que está embarrado hasta el cuello y su escasa vocación democrática, a tal extremo que dio un golpe de Estado.

Este caballero que cuenta con un amplio equipo de abogados que habría que ver quién paga, debería darse cuenta que cuando habla, no lo hace en una asamblea de su sindicato ni ante sus amigos senderistas del Movadef, sino frente a magistrados supremos que hasta el momento están dando señales de tomarse muy en serio la responsabilidad que tienen de hacer justicia y decidir el destino de los últimos golpistas que hemos tenido que soportar a lo largo de nuestra historia.

Ojalá que Castillo sea sentenciado sin pérdida de tiempo junto a su camarilla golpista. Estamos ante un caso más que claro, que no reviste mayor complejidad por más que la defensa del profesor no se canse de presentar recursos. Al menos desde el extranjero sus aliados como los mandatarios de México y Colombia han optado por quedarse callados, quizá para no quemarse más. Cuando haya condena, quizá nos libremos del circo que arma en cada audiencia este triste personaje que nos gobernó y que por lo menos debería quedarse 20 años en la sombra.

TAGS RELACIONADOS