El comandante general de la Policía Nacional, general PNP Víctor Zanabria ha dicho desde Pucallpa que en los últimos días el Ministerio Público ha liberado a mineros ilegales capturados con armas en la sierra de La Libertad, a hampones que se hacen pasar como sindicalistas de construcción civil del Callao y que participaron en una balacera, y a extorsionadores de Ica a los que incluso, por orden del juez, se les tuvo que devolver el cuaderno donde anotaban la lista de sus víctimas.

Estos tres casos muestran cómo el Estado no rema en un mismo sentido en la lucha contra la criminalidad y, sobre todo, la manera en que algunos magistrados terminan siendo cómplices, sí, cómplices, de pistoleros, extorsionadores y asesinos que son liberados a pesar de los esfuerzos que hace la Policía Nacional para sacar de circulación a estos maleantes que deben estar muy felices con el tipo de jueces y fiscales que tenemos.

Dicho esto, y solo por tocar un caso de coyuntura, quién garantiza que los salvajes vestidos de hinchas de equipos de fútbol que el sábado dispararon contra cuatro personas, dos de ellas menores de edad, en Santa Anita, van a pagar por lo que han hecho. Uno de los pequeños recibió un tiro en la cabeza y al cierre de esta columna los médicos del Hospital Hipólito Unanue hacían esfuerzos por salvarle la vida.

La Policía Nacional dice que ya los tiene identificados y que en las próximas horas estarían bajo arresto. Sin embargo, quién nos asegura que estos sujetos no van a ser dejados libres por algún fiscal o juez de por ahí, porque “tienen arraigo laboral”, “tienen casa propia”, “porque mantienen a su familia” o “porque dicen que no lo volverán a hacer”. ¿Recuerdan cómo dejaron libre a ese monstruo venezolano apodado “maldito Cris” que luego mató a un sereno?

Los ciudadanos estamos a merced de la delincuencia y de un sistema de justicia que no funciona, el cual, desde hace mucho tiempo juega un partido aparte en favor de criminales y asesinos, en lugar de hacerlo por el ciudadano de bien que tiene derecho a no cruzarse nunca más con hampones que parecen ser los engreídos de magistrados que hace tiempo tendrían que haber sido investigados y mandados a sus casas, o a la cárcel.

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