El cuidado del medio ambiente viene posicionándose como uno de los temas más relevantes en la agenda pública a nivel global. En el contexto nacional, el derrame de petróleo en las costas de Lima también ha puesto el tema en relieve.

Si bien hablamos de un tema muy fácil de politizar, hay un nivel real de indignación entre la ciudadanía. La visibilidad del desastre y su alcance hacen que sea casi imposible no tener una reacción visceral al ver el daño causado a nuestro ecosistema marino.

Repsol falló. Independientemente de qué causó el derrame, el hecho es que una empresa que transporta crudo se enfrenta al mismo riesgo cada vez que uno de sus buques está en el mar. Esto debería implicar que las medidas de contención ante la posibilidad de un derrame siempre deberían ser las mismas. Si la Marina emitió o no la alerta de tsunami es irrelevante, porque la empresa tendría que haber estado preparada para evitar un derrame bajo cualquier circunstancia.

Ahora, este incidente debe servir para reflexionar sobre varios temas; por ejemplo, para que adoptemos una visión integral del problema medio ambiental, y miremos hacia todos los rincones del Perú que están siendo amenazados por prácticas irresponsables (deshechos químicos en el Amazonas; la tala y minería ilegales; desagües con salida al mar, entre otros). El daño al medio ambiente no siempre se hace de manera tan visible. Empresas estatales como Petro Perú también deben ser sujetas a los mismos estándares que hoy exigimos a Repsol.

No solo eso, sino que el Estado también tiene la obligación de estar debidamente equipado para actuar con rapidez ante este tipo de desastres. Recordemos que estas situaciones tienen un impacto real y tangible, y tanto la empresa como el Estado tienen responsabilidades que asumir.