Como sabemos, la Conferencia del Medio Ambiente denominada  se realiza en este momento en Lima. COP 20 es parte de un proceso que debe culminar en un año en una conferencia en París, que tratará de fijar objetivos claros para reducir la emisión de carbono a la atmósfera. Esta emisión crea el “efecto invernadero” que a su vez crea el deshielo en los polos y en las cordilleras del mundo y, en consecuencia, puede tener grandes efectos climáticos: sequías extremas, inundaciones, desertificación, huracanes y otros males. Aunque todavía hay bastante controversia sobre las causas y los efectos de este proceso, nadie duda que estamos en una era de recalentamiento climático que puede ser muy peligroso para el futuro.

En el proceso de la , el objetivo es reemplazar el Convenio de Kyoto de 1997 que intentaba reducir las emisiones de carbono, pero al cual algunos países importantes no se adhirieron (como por ejemplo Estados Unidos), mientras que otros que sí firmaron no han podido cumplir: por ejemplo Alemania, la potencia industrial europea, está hoy emitiendo más carbono para generar electricidad porque su llamada “Revolución Energética”, que promueve el cierre de plantas nucleares y la generación de electricidad solar y eólica con grandes subsidios, hasta ahora tiene limitaciones, lo que obliga que la generación eléctrica a carbón, la más contaminante, aumente en vez de bajar. No sabemos si un nuevo acuerdo, esta vez el Acuerdo de París, se podrá lograr, pero sí sabemos que de todas maneras hay que hacer un gran esfuerzo, bien pensado, para proteger a las futuras generaciones.

Dentro de este orden de ideas, lo fundamental es limitar las emisiones de gases de carbono que crean el efecto “invernadero”. Originalmente se pensaba que la deforestación era un elemento esencial de estas emisiones. Se ha un hecho gran progreso en controlar la deforestación en el trópico, sobre todo en Brasil, que tiene el bosque tropical más grande. En el este asiático ha habido un gran retroceso, sobre todo en Indonesia, mientras que los bosques tropicales del África, que se concentran en el Congo, están bajo peligro.

Lo que ha pasado es que el mundo de observadores ambientales le ha puesto menos énfasis a los efectos de la deforestación y se ha concentrado en los grandes generadores de carbono: la generación energética, particularmente con carbón en grandes países como China, la India y Alemania, entre otros. También la industria, el transporte, los edificios y la agricultura moderna, basada en rendimientos altos con maquinaria, hace que estos 5 sectores expliquen el 90% de las emisiones netas de carbono. Y por esa razón se ha reducido el interés en la deforestación tropical. Sin embargo, la reforestación tropical tiene un inmenso potencial positivo de compensar las emisiones: por esa razón tenemos que seguir actuando y proteger los bosques tropicales, que son la fuente más importante de mitigación de las emisiones de carbono. Escribo esto porque presido un comité internacional contra la deforestación tropical en el cual participan varias entidades de desarrollo, de las cuales la preeminente es el gobierno de Noruega. Nuestro informe, organizado por el Centro de Desarrollo Global, estará listo en unos meses, pero ya se vislumbran las principales conclusiones. Una de ellas es que debe haber un esfuerzo intensivo en impedir, con incentivos económicos, la deforestación y a la vez promover el replante de bosques tropicales. El Perú ya ha tomado una iniciativa con un acuerdo firmado por el gobierno, representado por nuestro ministro del Ambiente, con los gobiernos de Noruega y de Alemania, en Nueva York, en setiembre del 2014.

Para implementar este tipo de políticas ambientales, necesitamos varios ingredientes:

1. Debemos tener claros objetivos ambientales, no solo en la forestación sino también en todos los sectores, incluyendo las grandes ciudades. Eso incluye saneamiento, vehículos, basura y desmonte, entre otros.

2. Tenemos que darle suficientes recursos a una policía ambiental, que se ha creado en el papel, pero en realidad apenas existe.

3. Debemos buscar un nuevo esquema para que la minería llamada ilegal se formalice, proceso que hoy es casi imposible, como lo ha señalado claramente en los últimos días Hernando de Soto. He propuesto crear un Nuevo Banco Minero, con participación privada, que tenga los recursos para financiar, controlar y comprar los minerales de los pequeños productores hoy informales.

A cambio de este servicio financiaría una verdadera policía ambiental, como existe en varios países, notablemente en Europa, Canadá y Estados Unidos.

El Perú como anfitrión de la “COP 20” tiene una gran oportunidad de poner el bosque amazónico en la conciencia mundial. Podríamos ser grandes beneficiarios de una política bien pensada pero agresiva, con un esquema para la conservación de nuestra Amazonía, no con palabras sino con hechos. 

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