Esta semana los medios dieron amplia cobertura a una noticia “de palpitante actualidad” cuando alguien dizque vio el rostro de Cristo en un cerro de Cocachacra, formado por la erosión en sus laderas y bueno, ya saben, alguien salió gritando “¡milagro!” y los colegas saltaron sobre la presa para llenar las páginas con los detalles y así vender periódicos.

Hace muchos años, una virgen de la iglesia de Mollendo “lloró” y, como ya imaginan, se desató la histeria colectiva y, como siempre me he caracterizado por mi consuetudinario escepticismo, viajé ese mismo día al lugar para ver a esa virgen “derramar sus lágrimas”; y lo que encontré fue una serie de historias incoherentes, testimonios de gente que confesó no haber visto nada y que solo escuchó que alguien dijo que la imagen “lagrimeó”, pero que la testigo clave fue una mujer que hacía la limpieza en el altar.

Fui a buscarla a su casa, en una zona alejada de la ciudad, y al inicio dudó en contarme la historia, y ante la insistencia de mis preguntas terminó por confesarme que ella no vio nada, que mientras limpiaba el altar un joven que ayudaba en la sacristía fue quien le advirtió que la virgen tenía “un brillo extraño en sus ojos” y a ella le pareció ver que eran unas lágrimas; pero entonces: ¿la virgen lloró o no lloró?... No, terminó diciendo.

Esa misma tarde, el Arzobispado deslindó con ese tipo de historias y yo publiqué esa crónica que describía cómo funciona la psicología de masas y de paso desinflar este tipo de “noticias” que no sirven para nada; o tal vez solo sirven para vender.