El lunes 28 de agosto se cumplieron 20 años de la presentación del informe final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR), que presidió Salomón Lerner y cuyos resultados se plasmaron en un extenso documento de 12 tomos y 7 anexos luego de dos años de trabajo.

Fue un trabajo que no por arduo y esforzado cumplió su objetivo final: De cerrar una era de encarnizada confrontación política y social. Por el contrario, los criterios principales de sus conclusiones expusieron que la herida ocasionada por la insania terrorista de los asesinos de Sendero Luminoso y que puso de un lado a las comunidades campesinas del interior del país y del otro a las Fuerzas Armadas, no había cerrado.

A grandes rasgos, fue un informe contaminado por una atmósfera claramente orientada a la izquierda, que colocó en un mismo nivel a agresores y agredidos y que nunca reconoció, explícitamente, el rol, la lucha y el sacrificio de los miles de policías y militares que combatieron a hordas enajenadas por la ideología mesiánica y extremista de un demente como Abimael Guzmán.

De igual modo, tampoco reconoce que el gestor de esa victoria fue el régimen de Alberto Fujimori, desde donde nació la estrategia, se proveyeron los recursos y se priorizó una política de Estado que ponía en riesgo la viabilidad del país. La eficacia de ese plan y su victoria inapelable, ¿no importaron para la CVR? Más allá de términos inapropiados como “conflicto armado interno” o los 69 280 fallecidos registrados sin rigor y con un método para calcular cardúmenes en el mar, el informe atizó la confrontación, la perpetuó en el tiempo y estuvo siempre lejos de reconciliar a un país que extendió su polarización en cada momento electoral y que alcanzó su punto más infame con la elección del prosenderista Pedro Castillo. Tras 20 años, por los enconos descabellados de esa izquierda que quiere encarcelado o muerto a Alberto Fujimori, y que cultiva un odio visceral sin reconciliaciones, la herida no cicatriza y sigue abierta.