No solamente se ha convertido en un calvario para países como Perú conseguir las vacunas derivadas de la alta demanda planetaria que obligó a los gobiernos del mundo a prever y comprarlas con tiempo, sino también ha entrado como un rayo en el debate internacional, la polémica sobre su eficacia y aplicación. No todos los países, es verdad, presentan de manera similar los problemas que surgen alrededor de las vacunas contra el COVID-19. Por ejemplo, ya mismo en Europa algunos de los Estados miembros de la Unión, han decidido suspender las inoculaciones por los recientes hallazgos de casos de pacientes en los que se han evidenciado coágulos de sangre. Seamos claros. La vacuna está pasando por la inexorable etapa de “control de calidad” por parte de la comunidad internacional, circunstancia propia de los primeros tiempos de su aparición para salvar vidas. Es verdad que los gobiernos buscan adquirir las que tengan mayor eficacia, independientemente del costo, y en ese proceso, los esfuerzos de las empresas farmacéuticas se han volcado en una carrera indetenible. Todas quisieran contar con el 100% de eficacia porque así podrían monopolizar las compras por los países cuyas confianzas aún están en construcción. Pero las vacunas que ya están circulando en el mercado mundial -Pfizer, Moderna, AstraZeneca, Biontech, Spunitk, Sino Pham, Sinovac, etc.,- deben ser apreciadas por una sola razón: evitarán que las personas presentes cuadros con afectación severa de los pulmones y terminen entubadas con el alto y grave riesgo de morir. La vacunas contra el COVID-19 de 2021, no será la misma en 10 años más, en que seguramente el virus seguirá entre nosotros, aunque más controlado a la luz de las nuevas variantes, mutaciones y cepas. En adición yace la incertidumbre por el tiempo de la eficacia de las vacunas -ya no hablamos de su eficacia de su poder de inmunización-, es decir, del tiempo que nos protegerá: anual, bianual, o quizás 8 meses o menos. Esto último aún no se sabe con certeza y esa es la razón por la cual los países ricos o los de mayor cultura de previsión como Canadá o Chile, la han adquirido hasta 4 ó 5 veces el número de sus poblaciones. Frente a la vulnerable realidad descrita, los peruanos debemos vacunarnos sí o sí.