Las últimas horas en el mundo se han vuelto dominantemente diplomáticas en torno a la situación en Ucrania donde las tensiones siguen marcando el escenario de la política internacional que coloca a Estados Unidos de América y a la Federación de Rusia en una relación de pugnas por el denominado ámbito de influencia, que en la dinámica del poder mundial, es capital para hacer prevalecer las hegemonías, aunque es bueno precisar que no se trata de un escenario de una nueva guerra fría como lo fue luego de la Segunda Guerra Mundial.

En efecto, mientras de un lado, el novísimo canciller de Alemania, Olaf Scholz cruza el Atlántico para llegar hasta la Casa Blanca y hacer visible a Joe Biden que su país está dispuesto a cerrar filas con Washington si acaso Moscú decide la invasión del territorio fronterizo ucraniano del Donbas -está la promesa de materializar un conjunto de sanciones económicas a Moscú que no es poca cosa-, una confirmación que estaban esperando los estadounidenses luego de que Alemania había sido criticada -desde los últimos tiempos de Angela Merkel- por no mostrar un temperamento decididamente fuerte y distante con Rusia, de otro, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, realizó un viaje hasta Moscú para reunirse in pectore con Vladimir Putin, en la idea de detener cualquier posibilidad de una eventual guerra en ese espacio del mundo, recordando al mandatario moscovita de que una conflagración producirá el mayor desastre humanitario desde la Segunda Guerra Mundial y sin que haya ganadores.

A pesar de que se advierte de que podrían morir alrededor de 50 mil civiles en una guerra que no creo realmente que se pueda desatar, y que la prensa rusa contribuye en la estrategia disuasiva de Putin soltando por todos lados de que una toma de los ejércitos rusos de Kiev, la capital ucraniana, se haría en solamente 48 o 72 horas, veo que el inusual despliegue diplomático de occidente, principalmente, confirma que, para EE.UU. y Rusia, sería una completa locura terminar enfrentándose. Ucrania no entrará en la OTAN y eso será suficiente para que Putin retire sus más de 100 mil soldados desplegados hasta la frontera. Lo esperado es que termine como el desenlace de la crisis de los misiles de 1962, donde Moscú los retiró de Cuba, en las narices de EE.UU. y Washington dejó en paz a La Habana.

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