​El conjuro 2: La fórmula del susto
​El conjuro 2: La fórmula del susto

James Wan, cineasta australiano de origen malasio, irrumpió con fuerza en el género de horror con “Saw” (2004), truculenta cinta que abrió el camino a una exitosa saga progresivamente repulsiva e intrascendente. Luego demostró una singular pericia para manejar el suspenso y controlar los golpes de efecto en las curiosas y logradas “Dead silence” (2007) y “La noche del demonio” (2010).

El tremendo éxito de “El conjuro” (2013) supuso para Wan llegar a las grandes ligas del terror, y ahora con “El conjuro 2” (The conjuring 2) intenta mantener el gran interés que despertó la historia original de los demonólogos y expertos en fenómenos paranormales Lorraine y Ed Warren, enfrentados entonces a fuerzas oscuras en una zona rural.

Parte del atractivo de “El conjuro” era el hecho de contar una espeluznante historia basada en hechos reales, que Wan se encargaba de ilustrar muy prolijamente apelando a fórmulas ya clásicas desde que “El exorcista” (1973), de William Friedkin, impuso una moda para los relatos de posesiones o presencias satánicas. El mismo Wan conjugaba acertadamente las diversas reglas del género en un producto de sólida fáctura.

OTRO EXPEDIENTE SATÁNICO. “El conjuro 2” propone una nueva aventura demoníaca de los esposos Warren (siempre encarnados por Vera Farmiga y Patrick Wilson), es decir, la incursión en otro expediente satánico, de esos que dejan una huella imborrable. El matrimonio acaba de pasar por la terrible experiencia de un agotador caso de posesión en Amityville y, a insistencia de un sacerdote católico, se traslada a una zona urbana de Londres, al hogar de una madre y sus cuatro hijos que -todo indica- sufre la amenaza de espíritus malignos.

La cinta, igualmente inspirada en supuestos acontecimientos verídicos, está bastante bien trabajada desde la perspectiva de la truculencia. Wan ha afinado su talento para la acumulación de los sustos, desde la penumbra, a través de pasillos o corredores oscuros, con apariciones fantasmales, presencias infernales o incluso seres de pesadilla deformados que irrumpen en la tranquilidad de una familia e intentan destruirla.

El caso se vuelve mediático, aunque por ahí algunos especialistas prefieran manejarse sobre el terreno del esceptisismo. Los Warren intentan llegar al fondo del asunto, hacer su trabajo hasta el límite de sus posibilidades y se ven afectados profundamente. Tanto así que las visiones de Lorraine hacen presagiar una probable tragedia personal.

En conjunto, este nuevo 'conjuro', pese algunas bien resueltas escenas de tensión, resulta más mecánico y formulario que su antecesor. Inclusive, Wan se toma demasiado tiempo en desarrollar los pormenores que llevan a los Warren a Inglaterra. De ahí que el metraje se alargue innesariamente y percibamos un relato irregular, con un ritmo disparejo, en el que la truculencia aparatosa termina por imponerse. El cineasta parece haber encontrado una veta suceptible de seguir siendo explotada. Ojalá mantenga el interés y no caiga al vacío.

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