La censura al ministro de Educación, Carlos Gallardo, era previsible. Es que no solo puso en peligro el regreso a la clases presenciales y las reformas en este sector, sino también generó desconfianza por sus presuntos vínculos con grupos cercanos a Sendero Luminoso y su sesgada posición en la política magisterial. Por todo ello, el Congreso lo mandó a su casa.

El gran desafío de su sucesor será superar la crisis por la que atraviesa el sistema educativo en el Perú, agravada por la pandemia del coronavirus. Su motivación será lograr objetivos en este sector básico que afecta la vida de la gente. Hoy por hoy es importante buscar las respuestas sobre los problemas que cada día son más en la educación.

Los peruanos ya estamos hartos de los operadores de la explosiva Federación Nacional de Trabajadores del Perú (Fenatep) o de personajes ligados a la bancada magisterial del Congreso. Estos solo sirven a intereses políticos y precarizan la educación. Se necesita un ministro con propuestas pragmáticas y no ideológicas y que sus asesores y técnicos sean de primer nivel. Ya no se puede experimentar con la educación en nuestro país, porque ello significa experimentar con el futuro y con la vida de millones de personas.