El prófugo Vladimir Cerrón llegó a un nivel de provocación que no se puede permitir. Como no tiene idea qué es el respeto por las leyes, solo muestra agresividad e hiperactividad en las redes. Desafía a todos. Ayer se burló del jefe de la Dirección de Investigación Criminal de la PNP, Óscar Arriola, porque no puede capturarlo. Por supuesto, inmediatamente salieron sus acólitos como la congresista Kelly Portalatino, quien tildó de “payaso” al general. Además su colega Flavio Cruz se refirió a la incapacidad de la policía porque no ubica al líder de Perú Libre.

Si bien es cierto, los parlamentarios creen que su desprecio por las instituciones de nuestro país puede disimular la dura realidad de su jefe, sentenciado por segunda vez por corrupción, el asunto de fondo es que se sienten con poder para vapulear a la Policía Nacional del Perú. La política puede ser una pasión, pero los efectos se ciñen estrictamente a su labor de servicio a la gente, cuando se entra a un terreno de defender ciegamente a su líder ya linda con el fanatismo.

Los congresistas siguen demostrando que no tienen contrapoder y que hacen lo que quieren. No solo se nota en este caso sino también en el blindaje que hay a favor de sus colegas. Por ejemplo, ayer la mayoría de legisladores archivó la moción que proponía censurar a la tercera vicepresidenta del Parlamento, Rosselli Amuruz, por los escándalos en las que estuvo inmersa. Se niegan a adoptar algo que prometieron cumplir: la fiscalización.