¿Cómo sobrevivió el socialismo al derrumbe que padeció entre 1989 y 1991? En América Latina, en particular, donde anidó con especial fortaleza, el proceso tuvo varios impulsores.

Hay que entender, como punto de partida, que el timing político latinoamericano: en América Latina las cosas resuenan con una década de retraso. Por ello, mientras caía la Unión Soviética en 1991, por estos lares Hugo Chávez ya armaba su primera intentona golpista contra Carlos Andrés Pérez apenas ahí mismo, en 1992. Claro que cuidándose de “aclarar” que su movimiento no era socialista ni mucho menos. Cuando se hizo del poder en 1999, exhibiría con orgullo su socialismo del siglo XXI a los cuatro vientos. Con el petróleo de su lado a precios exorbitantes y una Pedevesa todavía a tope de capacidad, no le fue difícil exportar su socialismo a otros satélites en la región. El socialismo en su punto fuerte.

Poco a poco, los movimientos de izquierda de la región empezaron a retomar la confianza y entendieron que en esta parte del planeta, todavía se podía reciclar lo desechado en el primer mundo. Capturaron la educación y la cultura, y con ello, las mentes de las nuevas generaciones. El resto lo hizo la desidia de un espectro que iba desde la centroderecha a la derecha más conservadora, que se comió el cuento del fin de la historia y creyó - cándidamente – que todo era cuestión de remitirse a la fortaleza de las teorías económicas ortodoxas y a su evidente supremacía frente a las tesis socialistas. Un espectro que se preocupó de controlar presidentes de izquierda y les abrieron espacio a los “socialistas democráticos”, en vez de comprometerse decididamente con el desarrollo y captando la buena voluntad de los latinoamericanos olvidados e invisibles.

Hoy, treinta años después, el socialismo se va apropiando de América Latina. ¿Se aprenderá la lección? ¿O habrá que resignarse a perderla? Esperemos que no.