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Como lo hemos mencionado, la pesca ilegal en el mundo supera los 23,000 millones de dólares anuales. Por ello, sistemas de control y vigilancia se convierten en pieza fundamental para erradicar este flagelo.

En el Perú, el programa de control y vigilancia nació en el 2003, como propuesta del sector privado para transparentar el proceso de captura y producción de harina y aceite de pescado. Con el éxito de esta iniciativa, su alcance se amplió hacia la producción de harina residual, la industria de consumo humano directo y la acuicultura.

Este programa permite conocer cuántas embarcaciones realizan la actividad extractiva, si estas cuentan con los permisos de pesca respectivos, si las capturas se realizan en zonas permitidas o vedadas, si se sobrepasa o no los niveles de captura, entre otros.

Más aún, este programa sirve para acreditar la trazabilidad de los productos. Así, un comprador en China puede conocer de qué embarcación y planta proviene el producto pesquero peruano que está adquiriendo. Ello es una exigencia cada vez más marcada en el mercado global.

Este programa, por otro lado, se complementa con la plataforma Global Fishing Watch, donde el Perú es el segundo país en poner a disposición pública la data y ubicación de su flota pesquera como muestra de transparencia y cuidado de los océanos.

La industria pesquera se encuentra íntegramente supervisada por el programa de control y vigilancia. El reto es que los demás actores se sumen para así asegurar la sostenibilidad de los recursos y la erradicación de la pesca negra. Y es que el valor de la verdad que se logra por medio de la transparencia es no solo un compromiso sino una obligación en estos días.

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